Ayudas urgentes no estatales, cuando el frío aprieta y el capitalismo sigue matando a los y las más pobres

2.7.2019

Divulgar por favor…

Hace frío y hay muchísima gente en situación de calle y/o con dificultades económicas. DIRECCIONES EN BUENOS AIRES

COMEDOR Comunitario para ALMORZAR

Parroquia Ntra. Sra. De Caacupé
Av. Rivadavia 4879 – Caballito
Teléfono: 4901-1811/4904-0648
Todos los días a las 12:00 Horas
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COMEDOR Comunitario para CENAR

Parroquia de San Carlos
Don Bosco y Quintino Bocayuva – Almagro
Teléfono: 4981-7752
Todos los Días a las 19:30 Horas
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DESAYUNO – AMUERZO y MERIENDA

Iglesia METODISTA
Avenida Rivadavia 4044 – Almagro
Todos los LUNES de 10:00 a 17:00 Horas
También se les brinda a las personas la posibilidad de DUCHARSE.
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Caritas Parroquia Ntra. Sra. del Valle
Av. Córdoba 3325, entre Sánchez de Bustamante y Billinghurst.

VIANDAS: LUNES A VIERNES A LAS 18:30, se entregan por la entrada que esta sobre S. de Bustamante.

DUCHAS: Para mamás y sus niños, VIERNES de 16 a 17:30.

HAY PARADORES PARA ALOJAR GENTE EN SITUACIÓN DE CALLE QUE POR LA OLA DE FRÍO ESTARÁN ABIERTOS LAS 24 HORAS.

a) 2 PARADORES DE HOMBRES
b) 1 MUJERES
c) 1 PARA MADRES CON CHICOS.

Paradores nocturnos

Objetivo:
Brindar, con carácter inmediato y de emergencia, servicio de pernocte durante la noche, comida y atención profesional social, psicológica y médica.

Beneficiarios:
Hombres solos mayores de edad y mujeres mayores de edad con o sin hijos menores que se encuentren en situación de calle, sin recursos, que requieran solución provisoria con carácter de emergencia.

Teléfonos y lugar de contacto:

Parador Retiro (para hombres)

Gendarmería Nacional 522
Tel. 4893-2182
Horario: De 18 a 8 hs del día siguiente durante los 365 días del año.

Parador Beppo Ghezzi (para hombres)
Masantonio 2970
Tel. 4911-4966
Horario: De 18 a 8 hs. del día siguiente durante los 365 días del año.

Parador Azucena Villaflor (para mujeres solas y con hijos menores de edad)
Piedras 1583
Tel. 4362-5549
Horario: De 17 a 8 hs. del día siguiente durante los 365 días del año.

Marcha de vecinos de Villa 31: Macri y Larreta quieren vender sus viviendas

2.7.2019

Por Evelin Cano

Las y los vecinos del Barrio Padre Mugica -más conocido como Villa 31- junto a distintas organizaciones políticas, sociales y de derechos humanos realizaron una movilización contra la venta de los terrenos que impulsa Larreta y por la defensa de sus viviendas.

Con un excesivo operativo policial montado para escoltar y amedrentar a los manifestantes, los vecinos del Barrio Mugica junto con organizaciones en apoyo, marcharon desde Callao y Corrientes al Obelisco, en donde se realizó una radio abierta que evidenció el amplio repudio que genera el proyecto que el oficialismo busca aprobar.

Cambiemos impulsa la votación en la legislatura porteña del proyecto de ley N° 2736-J-2018 prevista para el jueves próximo. Se pone sobre la mesa la voluntad de Larreta de facilitarle los terrenos del barrio a los especuladores inmobiliarios mediante su venta, hipoteca y/o eventuales desalojos, con el objetivo de que al realizar el negocio existan las menores unidades funcionales posibles.

El proyecto tampoco establece el valor que quieren hacer pagar a los vecinos por mantenerlas. “Es todo un cuento para hacer negocios. Nada nos garantiza que no vendan nuestras casas”, denunciaron.

Alejandrina Barry, directora de la Comisión contra la Violencia Institucional, que preside la diputada del Frente de Izquierda Myriam Bregman en la legislatura, se hizo presente en solidaridad con el reclamo de las familias del barrio.

Los servicios básicos son un derecho, no deberían ser un negocio. En muchos casos hasta los mismos vecinos realizaron instalaciones para contar con algunos de ellos.

Mientras en Puerto Madero abundan los edificios lujosos que, en su mayoría, se encuentran deshabitados, cerquita ahí nomás en “la 31”, viven cerca de 50 mil personas en solo 32 hectáreas. Como si fuera poco, Sergio Zacaríaz apareció muerto de frío a pocas cuadras de la Casa Rosada.

Hay que invertir las prioridades. Como plantea el Frente de Izquierda-Unidad, la plata de la deuda debe destinarse para trabajo, salario, salud, vivienda y educación. Poner en marcha un plan nacional de viviendas populares de calidad y de urbanización de las villas y asentamientos, financiado con impuestos progresivos a las viviendas ociosas de los especuladores inmobiliarios. Primero nuestras vidas.

Los sobrantes del sistema

1.7.2019

Por Claudia Rafael

Todo es ya en la calle. Viene la lluvia y es ya. Viene la razzia y es ya. Pasa el carro de facturas de la iglesia y es ya. El cuerpo está formateado para reaccionar ya. Ese agite se explica porque así arrancó su vida. Hoy son 8000, dentro de una hora o mañana mismo, quién sabe. 

Basurero, basurero que nadie quiere mirar pero si sale la luna, pero si sale la luna… Pero si sale la luna tus latas van a brillar (Teresita Fernández).

 

No sólo es vivir sin techo. Es vivir sin paredes. Todo es a la vista de todos. Y no hay intimidad para lo bello. No hay intimidad para lo sórdido. Todos saben quién se acuesta con quién. Quién le pega a la mujer. Quién maltrata a los chicos. Quién no tiene en cuenta las necesidades del otro. Quién, cuando pasa el censo, no dice que vos vivís ahí. Se acumulan los egoísmos y las solidaridades en la memoria ram del habitante callejero. Que no es el que está en situación de. Porque es una situación eterna. Que llegó para quedarse. Lo otro, la palabra, el modo de llamarlos, de ponerles nombre es un eufemismo ahogado que no tiene punto final. El único punto final lo ponen el paco, la cuchillada por una nadería, el frío cuando irrumpe sin piedad o los niveles de violencia que se reproducen con todas sus sordideces. Pero también lo pone el estado. Cuando carga sus metrallas o cuando lanza la prueba piloto de contenedores tecnológicos que se alzan como valla entre el pobrerío y los desechos del bienestar.

La noche cae sobre la terminal de Retiro cuando aún el reloj de la torre de los ingleses no marcó las siete de la tarde. Hay un ritmo que le es propio. El caos de autos, colectivos y el ruido ensordecedor de un par de motos se entremezcla con la estética que Larreta impuso hace ya rato, entre calles cortadas, polvaredas de cemento, paneles divisorios. Parece que no hay modo de llegar a ninguna parte. Se mezcla el olor de las hamburguesas, con el pis humano de vieja y nueva data, la transpiración de hombres y mujeres que corren rumbo a ningún lado y la cumbia que asoma desde algún puestito callejero que se empeña en aturdir. La villa avanza. Gana territorios. Hacia un lado y hacia el otro de la terminal y también de la estación. Los cartones y colchones flacos y raídos se amontonan sobre paredes y esquinas. El piberío juega o se acomoda temprano sobre el regazo materno mientras la joven mujer estira la mano con una lata. Los llantos de los críos se entremezclan. Por hambre, por sueño, por frío, por mil razones que se apiñan en un cóctel que estalla porque la calle potencia todo hasta decibeles impensables.

El gobierno de la ciudad no supera en sus estadísticas el número de 1100 hombres, mujeres y niños viviendo en las calles. El censo alternativo de organizaciones sociales marcaban, sin embargo, que ya en 2017 eran 5800 los sin techo incluyendo a los menos de 2000 que duermen en los paradores nocturnos. Hoy, esas mismas organizaciones estiman que la cifra, por estos días, ronda los 8000.

Recogen lo que los saciados derraman en latas, contenedores y esquinas pero también aquello de lo que se desprenden los que están apenas unos escalones más arriba en las pirámides de las sobrevivencias.

Wacquant habla de un nuevo tipo de marginalidad, “la avanzada”, que tiene como “signos exteriores” a los sin techo, a los mendigos pidiendo dinero en las calles o en colectivos y trenes, “a los desocupados o subocupados crónicos, a la criminalidad como componente del día a día, a los trabajadores veteranos con conocimientos obsoletos en un contexto de desindustrialización y evolución tecnológica, a la mayor hostilidad hacia y entre los pobres”, a la mayor acción policial para los caídos a los abismos del sistema.

Hay una sociedad que no mira. Que no posa sus ojos en los ojos de los ningunos. O que provoca una mueca de desagrado ante esa fauna creciente que puebla calles, esquinas y boulevares. Y un estado que empuja al pobrerío más allá de las cuatro avenidas céntricas de las grandes urbes. Que coloca contenedores “inteligentes” que se alzan como rejas ante la riqueza sobrante de uno, dos, diez cartones. Que anuncia, entre bombos y platillos desde la puesta teatral de la calle Corrientes, que es apenas una “prueba piloto” la de los recolectores tecnológicos que funcionan para el abrete sesamo con una tarjeta magnética.

Porque, en definitiva, lo que no se ve no existe. En una política que tiene larga historia en los destinos de los pueblos. Basurero, basurero que nadie quiere mirar, decía la canción cubana. Y los estados responden. Expulsan, ponen candados, tarjetas inteligentes, políticas excluyentes, prácticas criminales. Profundizan desigualdades. Crean convenientemente infraclases. Destruyen solidaridades. Con monedas que corroen. Arremeten con fuegos reales o de los otros.

Mientras la marginalidad irrumpe. Se cuela por las cerraduras de los palacios. Acomete entre las grietas de puertas y ventanas de los castillos ministeriales. Puebla las periferias y esparce miedo al contagio. Porque son decenas de miles más los que están caminando por la cuerda floja entre el adentro y el afuera. Entre el techo y el no techo. Entre el plato de comida y la mesa vacía. Entonces, señores, mejor no ver.

Se durmió muerto de frío

1.7.2019

Por Horacio Cecchi

Sergio Zacariaz tenía 52 años. Apareció muerto en la vereda. En la calle, Perú entre Venezuela y Belgrano. Murió de frío aunque en su situación morir de frío es tanto como decir que alguien que murió baleado murió por un paro cardiorrespiratorio. Zacariaz murió de frío porque primero murió de hambre y de falta de techo y de falta de miradas que lo sostengan y de falta de brazos que lo levanten. Y claro, todas esas ausencias terminan matando de frío.

 

Decir que apareció también es sensiblemente erróneo, porque aparecer hace rato que Zacariaz aparecía como tantes de sus copartícipes de la resaca del neoliberalismo. Pero son esas maneras de aparecer que no se quieren ver y se naturalizan, y de tanto naturalizarse dejan de verse. Pero aparecer a la vista de todes, hace rato que Zacariaz aparecía.

No más en el último censo (cuyos resultados se publicarán próximamente) de las organizaciones dedicadas a luchar contra las inclemencias del Estado inhumano, Zacariaz debía ser uno más de los seguro más de 20.000 personas que viven donde no se puede vivir, en la calle. En el último censo, el año pasado, ya eran más de 20 mil las personas que vivían a cielo abierto o a cielo tapado de nubes heladas, pero nunca bajo techo.

Y por primera vez en vaya a saber cuántos años Zacariaz tuvo techo provisto por el Estado: una carpa policial para cubrir su cadáver de la mirada de la sociedad. No vaya a ser que Zacariaz moleste incluso después de muerto.

A Zacariaz lo molestaba, en cambio, el no tener techo, el no tener para comer, pero en estas fechas, el tener frío. Anoche, la temperatura fue cercana a 0 grados.

 

El grado cero

 

Las noticias dicen que toda la semana hará frío y que las temperaturas oscilarán entre 3 y 5 grados de mínima. Basta abrigarse y tomar un desayuno caliente para resolver el problema y hacer del frío algo que se puede «soportar». Fue lo que le faltó a Zacariaz, soporte. No podía pasar los 3 grados a la noche, con el viento que soplaba helado, apenas cubierto con unos pulóveres desilachados, y unos cartones, con nada caliente en la panza que lo pudiera mantener a flote.

En términos médicos posiblemente se diga que Zacariaz murió por hipotermia. Una palabra que esconde todo el frío que se tiene que sentir para que no solo los dedos se entumezcan, ni los labios tiemblen ateridos de frío, sino que el corazón se enfríe a tal punto que no quiera seguir más.

Se durmió muerto de frío Zacariaz.

Y no se despertó. Lo mataron las políticas de hambre y ninguneo de un Estado que sólo le procuró una carpa policial y una bolsa de nylon para que no lo vieran ni siquiera muerto.

Una persona murió por hipotermia a dos cuadras de la Legislatura porteña

1.7.2019

Este lunes, Sergio Zacarías quien se encontraba en situación de calle falleció como consecuencia de una hipotermia debido a las bajas temperaturas en Buenos Aires. Su cuerpo sin vida quedó tendido a dos cuadras de la Legislatura Porteña.

Sergio Zacarías, falleció como consecuencia de una hipotermia debido a que no tenía un lugar para vivir. La crisis económica y social por la que atraviesa nuestro país, lleva a que muchas personas sean excluidas sin acceso, ni posibilidades de satisfacer sus necesidades básicas.

Zacarías muere como consecuencia de las políticas aplicadas por un gobierno que genera exclusión y pobreza. Según el informe “Pobreza, derechos e infancias en la Argentina” elaborado por la UCA, durante el 2018 hubo 4,7 millones de niños y niñas de entre 0 y 17 que son pobres porque en sus hogares los ingresos no alcanzan, y que a raíz de esto sufren la privación de otros derechos fundamentales.

La nota publicada por la Agencia Pelota de Trapo titulada “Los sobrantes del sistema”, explicaba que elGobierno de la Ciudad no supera en sus estadísticas el número de 1100 hombres, mujeres y niños viviendo en las calles. El censo alternativo de organizaciones sociales marcaban, sin embargo, que ya en 2017 eran 5800 los sin techo incluyendo a los menos de 2000 que duermen en los paradores nocturnos. Hoy, esas mismas organizaciones estiman que la cifra, por estos días, ronda los 8000.

El frío no mato a Sergio, sino un estado que aplica políticas de ajuste y arroja a millones de personas a vivir en condiciones inhumanas.

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