Los sobrantes del sistema

1.7.2019

Por Claudia Rafael

Todo es ya en la calle. Viene la lluvia y es ya. Viene la razzia y es ya. Pasa el carro de facturas de la iglesia y es ya. El cuerpo está formateado para reaccionar ya. Ese agite se explica porque así arrancó su vida. Hoy son 8000, dentro de una hora o mañana mismo, quién sabe. 

Basurero, basurero que nadie quiere mirar pero si sale la luna, pero si sale la luna… Pero si sale la luna tus latas van a brillar (Teresita Fernández).

 

No sólo es vivir sin techo. Es vivir sin paredes. Todo es a la vista de todos. Y no hay intimidad para lo bello. No hay intimidad para lo sórdido. Todos saben quién se acuesta con quién. Quién le pega a la mujer. Quién maltrata a los chicos. Quién no tiene en cuenta las necesidades del otro. Quién, cuando pasa el censo, no dice que vos vivís ahí. Se acumulan los egoísmos y las solidaridades en la memoria ram del habitante callejero. Que no es el que está en situación de. Porque es una situación eterna. Que llegó para quedarse. Lo otro, la palabra, el modo de llamarlos, de ponerles nombre es un eufemismo ahogado que no tiene punto final. El único punto final lo ponen el paco, la cuchillada por una nadería, el frío cuando irrumpe sin piedad o los niveles de violencia que se reproducen con todas sus sordideces. Pero también lo pone el estado. Cuando carga sus metrallas o cuando lanza la prueba piloto de contenedores tecnológicos que se alzan como valla entre el pobrerío y los desechos del bienestar.

La noche cae sobre la terminal de Retiro cuando aún el reloj de la torre de los ingleses no marcó las siete de la tarde. Hay un ritmo que le es propio. El caos de autos, colectivos y el ruido ensordecedor de un par de motos se entremezcla con la estética que Larreta impuso hace ya rato, entre calles cortadas, polvaredas de cemento, paneles divisorios. Parece que no hay modo de llegar a ninguna parte. Se mezcla el olor de las hamburguesas, con el pis humano de vieja y nueva data, la transpiración de hombres y mujeres que corren rumbo a ningún lado y la cumbia que asoma desde algún puestito callejero que se empeña en aturdir. La villa avanza. Gana territorios. Hacia un lado y hacia el otro de la terminal y también de la estación. Los cartones y colchones flacos y raídos se amontonan sobre paredes y esquinas. El piberío juega o se acomoda temprano sobre el regazo materno mientras la joven mujer estira la mano con una lata. Los llantos de los críos se entremezclan. Por hambre, por sueño, por frío, por mil razones que se apiñan en un cóctel que estalla porque la calle potencia todo hasta decibeles impensables.

El gobierno de la ciudad no supera en sus estadísticas el número de 1100 hombres, mujeres y niños viviendo en las calles. El censo alternativo de organizaciones sociales marcaban, sin embargo, que ya en 2017 eran 5800 los sin techo incluyendo a los menos de 2000 que duermen en los paradores nocturnos. Hoy, esas mismas organizaciones estiman que la cifra, por estos días, ronda los 8000.

Recogen lo que los saciados derraman en latas, contenedores y esquinas pero también aquello de lo que se desprenden los que están apenas unos escalones más arriba en las pirámides de las sobrevivencias.

Wacquant habla de un nuevo tipo de marginalidad, “la avanzada”, que tiene como “signos exteriores” a los sin techo, a los mendigos pidiendo dinero en las calles o en colectivos y trenes, “a los desocupados o subocupados crónicos, a la criminalidad como componente del día a día, a los trabajadores veteranos con conocimientos obsoletos en un contexto de desindustrialización y evolución tecnológica, a la mayor hostilidad hacia y entre los pobres”, a la mayor acción policial para los caídos a los abismos del sistema.

Hay una sociedad que no mira. Que no posa sus ojos en los ojos de los ningunos. O que provoca una mueca de desagrado ante esa fauna creciente que puebla calles, esquinas y boulevares. Y un estado que empuja al pobrerío más allá de las cuatro avenidas céntricas de las grandes urbes. Que coloca contenedores “inteligentes” que se alzan como rejas ante la riqueza sobrante de uno, dos, diez cartones. Que anuncia, entre bombos y platillos desde la puesta teatral de la calle Corrientes, que es apenas una “prueba piloto” la de los recolectores tecnológicos que funcionan para el abrete sesamo con una tarjeta magnética.

Porque, en definitiva, lo que no se ve no existe. En una política que tiene larga historia en los destinos de los pueblos. Basurero, basurero que nadie quiere mirar, decía la canción cubana. Y los estados responden. Expulsan, ponen candados, tarjetas inteligentes, políticas excluyentes, prácticas criminales. Profundizan desigualdades. Crean convenientemente infraclases. Destruyen solidaridades. Con monedas que corroen. Arremeten con fuegos reales o de los otros.

Mientras la marginalidad irrumpe. Se cuela por las cerraduras de los palacios. Acomete entre las grietas de puertas y ventanas de los castillos ministeriales. Puebla las periferias y esparce miedo al contagio. Porque son decenas de miles más los que están caminando por la cuerda floja entre el adentro y el afuera. Entre el techo y el no techo. Entre el plato de comida y la mesa vacía. Entonces, señores, mejor no ver.

Se durmió muerto de frío

1.7.2019

Por Horacio Cecchi

Sergio Zacariaz tenía 52 años. Apareció muerto en la vereda. En la calle, Perú entre Venezuela y Belgrano. Murió de frío aunque en su situación morir de frío es tanto como decir que alguien que murió baleado murió por un paro cardiorrespiratorio. Zacariaz murió de frío porque primero murió de hambre y de falta de techo y de falta de miradas que lo sostengan y de falta de brazos que lo levanten. Y claro, todas esas ausencias terminan matando de frío.

 

Decir que apareció también es sensiblemente erróneo, porque aparecer hace rato que Zacariaz aparecía como tantes de sus copartícipes de la resaca del neoliberalismo. Pero son esas maneras de aparecer que no se quieren ver y se naturalizan, y de tanto naturalizarse dejan de verse. Pero aparecer a la vista de todes, hace rato que Zacariaz aparecía.

No más en el último censo (cuyos resultados se publicarán próximamente) de las organizaciones dedicadas a luchar contra las inclemencias del Estado inhumano, Zacariaz debía ser uno más de los seguro más de 20.000 personas que viven donde no se puede vivir, en la calle. En el último censo, el año pasado, ya eran más de 20 mil las personas que vivían a cielo abierto o a cielo tapado de nubes heladas, pero nunca bajo techo.

Y por primera vez en vaya a saber cuántos años Zacariaz tuvo techo provisto por el Estado: una carpa policial para cubrir su cadáver de la mirada de la sociedad. No vaya a ser que Zacariaz moleste incluso después de muerto.

A Zacariaz lo molestaba, en cambio, el no tener techo, el no tener para comer, pero en estas fechas, el tener frío. Anoche, la temperatura fue cercana a 0 grados.

 

El grado cero

 

Las noticias dicen que toda la semana hará frío y que las temperaturas oscilarán entre 3 y 5 grados de mínima. Basta abrigarse y tomar un desayuno caliente para resolver el problema y hacer del frío algo que se puede «soportar». Fue lo que le faltó a Zacariaz, soporte. No podía pasar los 3 grados a la noche, con el viento que soplaba helado, apenas cubierto con unos pulóveres desilachados, y unos cartones, con nada caliente en la panza que lo pudiera mantener a flote.

En términos médicos posiblemente se diga que Zacariaz murió por hipotermia. Una palabra que esconde todo el frío que se tiene que sentir para que no solo los dedos se entumezcan, ni los labios tiemblen ateridos de frío, sino que el corazón se enfríe a tal punto que no quiera seguir más.

Se durmió muerto de frío Zacariaz.

Y no se despertó. Lo mataron las políticas de hambre y ninguneo de un Estado que sólo le procuró una carpa policial y una bolsa de nylon para que no lo vieran ni siquiera muerto.

Una persona murió por hipotermia a dos cuadras de la Legislatura porteña

1.7.2019

Este lunes, Sergio Zacarías quien se encontraba en situación de calle falleció como consecuencia de una hipotermia debido a las bajas temperaturas en Buenos Aires. Su cuerpo sin vida quedó tendido a dos cuadras de la Legislatura Porteña.

Sergio Zacarías, falleció como consecuencia de una hipotermia debido a que no tenía un lugar para vivir. La crisis económica y social por la que atraviesa nuestro país, lleva a que muchas personas sean excluidas sin acceso, ni posibilidades de satisfacer sus necesidades básicas.

Zacarías muere como consecuencia de las políticas aplicadas por un gobierno que genera exclusión y pobreza. Según el informe “Pobreza, derechos e infancias en la Argentina” elaborado por la UCA, durante el 2018 hubo 4,7 millones de niños y niñas de entre 0 y 17 que son pobres porque en sus hogares los ingresos no alcanzan, y que a raíz de esto sufren la privación de otros derechos fundamentales.

La nota publicada por la Agencia Pelota de Trapo titulada “Los sobrantes del sistema”, explicaba que elGobierno de la Ciudad no supera en sus estadísticas el número de 1100 hombres, mujeres y niños viviendo en las calles. El censo alternativo de organizaciones sociales marcaban, sin embargo, que ya en 2017 eran 5800 los sin techo incluyendo a los menos de 2000 que duermen en los paradores nocturnos. Hoy, esas mismas organizaciones estiman que la cifra, por estos días, ronda los 8000.

El frío no mato a Sergio, sino un estado que aplica políticas de ajuste y arroja a millones de personas a vivir en condiciones inhumanas.

Se realizó en Buenos Aires un AMICUS CURIAE y una Audiencia Pública por la libertad del preso político Daniel Ruiz

1.7.2019

DELEGACIÓN INTERNACIONAL DE JURISTAS EXIGIÓ LA LIBERTAD DE DANIEL RUIZ

El jueves 27 una importante delegación de abogad@s y juristas internacionales presentó un AMICUS CURIAE en los tribunales de Comodoro Py exigiendo la libertad de Daniel Ruíz, detenido desde hace casi 10 meses por haber participado de las protestas del 18 de Diciembre de 2017 contra la Reforma Previsional.

La delegación estuvo compuesta por María Rivera, abogada chilena, que es miembro de la Defensoría Popular que defiende cerca del 80% de los presos y procesados de ese país. Antonio Donizette, que es miembro de la Comisión de DDHH de la OAB (Orden de Abogados de Brasil), además de diputado federal suplente electo en las últimas elecciones por el PSTU, y Eduardo Aguayo que es miembro de organismos de DDHH de Asunción, Paraguay.

Además, por la tarde de ese mismo día se realizó una importante Audiencia Pública en el Anexo de la Cámara de Diputados de la Nación exigiendo la inmediata libertad de Daniel, quién será candidato a Diputado Nacional en las próximas elecciones.

Participaron y hablaron, importantes dirigentes y organizaciones. Juan Grabois, el CELS, La Liga por los derechos del Hombre, además de los organismos del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia. Diputados y legisladores, entre los cuales estuvo Mónica Schlotthauer de IS, y Romina del Pla del PO –diputadas nacionales- , Natalia Seligra del PTS y Juan C. Giordano de IS –ex-diputados nacionales-, Guillermo Kane del PO, Laura Marrone de IS –diputado provincial y legisladora de la Ciudad-, así como figuras sindicales como el «Pollo» Sobrero, Margarita Noia, dirigente de la CTA Autónoma, y diversas comisiones internas y Cuerpos de Delegados, Seccionales de SUTEBA, juntas internas de ATE CABA, etc. Todos ellos acompañaron a la delegación de abogados extranjeros, a Martín Alderete –abogado de Daniel- y a Florencia, su hermana.

La campaña internacional y nacional por la libertad de Ruiz suma así un nuevo paso contra una injusta detención y prisión sin juicio ni condena que ya se aproxima a los 10 meses.

¡Exigimos inmediata libertad a Daniel Ruiz!

San Lorenzo y su vuelta a Boedo: hinchas exigen que no haya despidos en Carrefour

29.6.2019

Este domingo se convocarán hinchas del club azulgrana para una vigilia en la que tomarán posesión de los terrenos del viejo Gasómetro. Muchos se solidarizan con empleados del hipermercado.

Cuando el reloj marque las 0 horas y calendario indique 1° de julio, se cumplirá la fecha que la Ley de Restitución Histórica votada el 15 de noviembre de 2012 en la Legislatura porteña: a la hora señalada, San Lorenzo volverá a ser dueño de ese predio, la “Tierra Santa” como la denomina la parcialidad cuerva. Es por eso que desde mayo cerró sus puertas el hipermercado Carrefour que había desembarcado en Avenida La Plata al 1700 a mediados de los años ´80.

Pero aunque casi todo es alegría para el pueblo santo, un agrupamiento de hinchas da una señal de alerta: ¿qué sucederá con los empleados de comercio que trabajaban en esa sucursal de la cadena Carrefour? Es un misterio. Pese a que la Ley de Reparación Histórica expresa textualmente que no deben ser damnificados los trabajadores del establecimiento, no hay certezas sobre el destino del plantel. Es por eso que el colectivo San Lorenzo Antifascista fue el primero en pronunciarse solidariamente.

Como demuestran en la imagen adjuntada al comunicado, Carrefour mantiene ganancias millonarias y no presenta ningún tipo de crisis con lo que no tiene ningún motivo para despidos de ningún tipo.

Así como la memoria fue la clave en la lucha por la vuelta a Boedo, colectivos de hinchas como San Lorenzo Antifascista no olvidan el valor de la solidaridad, en este caso de clase.

 

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