¿Cómo explicás hoy Cromañón? Una lectura de El día que apagaron la luz de Camila Fabbri

1.4.2020

Por Florencia Pereyra

La novela de Camila Fabbri pone en la lupa de la memoria lo ocurrido en Cromañón, en 2004, a partir de la reconstrucción de la vida de las y los adolescentes de ese momento. Sus juventudes interrumpidas van y vienen entre un pasado y un presente que necesita de la palabra para narrar un trauma generacional y reescribirlo desde una nueva óptica.

“Cuando tenía quince años fui a ver a Callejeros a uno de los tres shows que dieron en República Cromañón. La noche siguiente, una bengala flúor llegó al techo y se apagó la luz. Lo vi por TV.” Así comienza el posteo de Instagram donde Camila Fabbri, escritora, dramaturga y actriz, presenta la tapa de su último libro, El día que apagaron la luz, editado por Seix Barral a fines de 2019. Una “novela de no ficción”, siguiendo sus palabras, que narra su propia experiencia como la adolescente que fue y como parte de esa generación que vio la muerte de cerca una noche de verano de 2004.
¿Por qué “no ficción”? Si bien no es un término nuevo en el mundo literario, Fabbri lo actualiza al tomar un hecho reciente de nuestra historia, y saliendo de su voz única, recopilar testimonios de chicos y chicas, hoy hombres y mujeres, que sobrevivieron a la tragedia en más de un sentido: amigos, familiares, testigos, padres. Forma un relato coral, donde todas las voces repasan lo vivido y lo perdido; desde dónde estaban en el momento que se enteraron del hecho, hasta cómo lo pudieron -o intentaron- atravesar.
Hay, al mismo tiempo, una pintura de época: la vida antes de la masificación de las redes sociales, jóvenes que se comunicaban por fotolog o teléfono fijo, apenas algunos celulares para mensajes de texto, y sobre todo, lo que por mucho tiempo fueron “tribus urbanas”: floggers y rollingas, toda una estética particular en cada uno, una forma de presentarse al mundo y refugiarse en la música. De hecho, la novela tiene una banda sonora bien concreta, la de la escena del rock nacional de aquel entonces: Los Piojos, Los Gardelitos y Callejeros a la cabeza, con algunos fragmentos de canciones de estos últimos esparcidas en el relato.
Entre lo social y lo individual, las imágenes más potentes del libro van de la cercanía a la extrañeza: paredes de un cuarto adolescente lleno de posters, garabatos y frases, la explosión de los cuerpos en el noviazgo, las sensaciones de vértigo y ansiedad ante el encierro que se describen de un modo crudo y poético al comienzo de la novela, que acompañan al día de hoy a la autora; y, tal vez la más impactante del relato, el cuadro indescriptible de Julia, que perdió a su novio y un amigo en esa noche.
“Desde esa noche, muchos amigos alcanzamos pensamientos que están relacionados con la noción de los finales. De lo interrumpido. Nos apropiamos de esas ideas. Van con nosotros a todos lados como satélites marchitos. Teníamos catorce, quince, dieciséis y tuvimos que vivirlo sin entender del todo.”
“¿Cómo le explicás hoy Cromañón a un chico de quince años?” dice una de las voces que presenta Fabbri. Esa pregunta resuena más allá de la edad concreta que señala. No se termina de entender un hecho así, cuerpos jóvenes muertos en la vereda como supieron mostrar los noticieros y las imágenes de archivo, ahora parte de la memoria colectiva. Pero también, ahora inscripto en este texto reciente de la nueva narrativa (¿joven?) argentina, en donde Camila Fabbri ocupa un lugar esencial.
En su novela, esta memoria coral no pretende hurgar en culpas que los procesos judiciales en torno al hecho ya dictaminaron; tampoco hay voces de las caras más “conocidas” y asociadas a él. Independientemente de eso, que se menciona apenas en los testimonios recopilados, cada aporte individual resuena como una voz y como una vida concreta (con capítulos que llevan nombres como título), y sin embargo, claramente perteneciente al gran mapa social que configuran todos aquellos que vivieron Cromañón de cerca.
Durante y después de la lectura, resulta difícil no pensar en la experiencia actual de ir a un recital: pequeño o masivo, donde luego de dejar afuera hasta una botella de agua, mostrar la mochila o el bolso y dejarse “cachear”, las pantallas indican protocolos de seguridad, modos de evacuar, equipos de asistencia con los que cuenta el evento. Pasaron años, la idea de que uno puede morir cuando se busca el ritual de la música en vivo no desapareció del todo (la vimos en Olavarría, en fiestas electrónicas recientes) pero no está presente con el impacto que nos recuerda cada fin de diciembre. Parte de ese impacto dejan las palabras de Fabbri, que son al mismo tiempo un texto colectivo y una reconstrucción necesaria.
*Además de estar en venta en librerías, hay dos capítulos de la novela que se encuentran disponibles en internet:
El comienzo en: https://www.bigbangnews.com/palabras/a-15-anos-de-la-tragedia-de-cromanon-el-dia-que-apagaron-la-luz-2019123024028
Otro capítulo en: https://laagenda.buenosaires.gob.ar/post/189899542695/el-d%C3%ADa-que-apagaron-la-luz
También…
En el podcast Sobrevivir y contarlo, de la plataforma Congo, hay un episodio dedicado a Cromañón, donde Martín y Sebastián, dos hermanos que sobrevivieron a la tragedia, cuentan su historia: uno salió caminando, el otro en coma. Disponible para escuchar en la web oficial y en Spotify.

Las villas, el otro grupo de riesgo

31.3.2020

Por La Garganta Poderosa

¿Cómo se vive y cómo se responde a una pandemia desde la solidaridad y la precariedad?

Durante toda esta larga noche de cuarentena, noche de sol, noche a cualquier hora, noche cayendo sobre los barrios, no hallamos horarios para sentarnos a escribir, ni para sentarnos a discutir, ni para sentarnos. Vomitando corolarios imposibles para conmover a funcionarios inconmovibles, tosiendo campañas de donaciones en las redes y caminando por las paredes, entre los yugos de verdugos que nos ponen de cuclillas y la curva del dengue disparada cada día más arriba, nuestras villas también están entrando a terapia intensiva, sin respiradores para los comedores que siguen salvando abuelas e hijos, sin guantes ni barbijos para sus laburantes. Sin agua, sin platos, sin bidet y sin datos para Internet, ni siquiera para el ANSES, tampoco hubo tiempo de contestarle a la televisión, donde los miedos continúan al acecho y la indignación fluye con total naturalidad, como si todos tuvieran un techo y derecho a la dignidad. A los noticieros, como a los medios compañeros que acercaron su solidaridad, hoy les agradecemos con todas las gargantas de nuestra comunidad y les traemos algunos esbozos de respuestas a esas preguntas pospuestas que no buscan volverse un reproche, pero sí buscan la cura para la hipocresía que contagia la sobreinformación, porque hoy la noche es más oscura. Y se viene el día en tu corazón.

¿CÓMO SE VIENE LLEVANDO LA CUARENTENA EN LAS CASAS DONDE LA CUARENTENA NO TIENE TAN LINDAS CASAS?

* Como se puede, como se puede porque inevitablemente se complica, tal como lo indica la experiencia en la supervivencia de quienes han debido enfrentar a la malaria, en largas décadas de resistencia comunitaria. Ahí está nuestro capital. Porque sí, el coronavirus distingue clase social y no es lo mismo quedarse en la casa cuando la casa tiene todos los servicios vitales, que cuando la caza se vuelve un cóctel de trampas mortales. Y no tengan dudas: estamos haciendo todo lo humanamente posible para minimizar los riesgos en cada comunidad, pero hoy más que nunca necesitamos la empatía del resto de la sociedad, para esos hombres y mujeres con la suficiente ternura como para seguir lavando verdura, mientras tantos moralistas se resisten a cortar el alambre. Ni cocineros, ni cocineras, son los terapistas del hambre.
* El coronavirus llegó para sumarse a las demás epidemias que venían azotando a las villas con impunidad: el riesgo eléctrico, la precariedad, esos cables asesinos que no por mala suerte fueron causal de muerte, los incendios, la desocupación en la batalla, la desnutrición que trae déficit de talla, la narcopolicía, los pobricidios, la trata del terror, los femicidios con silenciador… Una infinidad de epidemias que no supieron infectar a toda toda toda la sociedad: hay que frenar la pandemia de la desigualdad.
* Según el último relevamiento que realizó nuestro propio Observatorio Villero, hoy están viviendo entre 4 y 10 personas en cada hogar, acomodadas así, “como se puede”; la casa de mi vecina es la casa de 19.
* Sólo este año se registraron 1833 casos de dengue en la Ciudad de la pos verdad. Sólo en las comunas del sur, 1091. Sólo en la última semana, sumamos 450. Sólo en la Villa 21, hubo 214. Pero fíjense qué curioso, qué impredecible, qué inimaginable: justito ahí, en la Villa 21, el 70% no tiene agua potable. Y entonces para lavarse las manos, debe juntarla dentro de cacharros que se hacen lugar en el hacinamiento, escondiditos en cualquier rincón: el dengue llega y entra, con tarjeta de invitación.
* El 40% de la población del barrio Los Álamos, en La Matanza, padece enfermedades cardíacas o complicaciones respiratorias debido a las inundaciones, afecciones que dificultan todavía más el encierro en la imposible soledad, soledad en el tumulto, soledad en la humedad. Todas esas condiciones imponen las limitaciones del “QuedateEnCasa” si se pasa por alto la necesidad: cuando el cuerpo rechaza un remedio, quizá esté padeciendo alguna otra enfermedad. Seamos sinceros, hoy los curas villeros y también el propio gobierno están buscando recetas que se puedan ir ajustando, subrayando que por supuesto no significa esto ningún tipo de habilitación para que salgan a boludear los que se aburren en su sillón. Y sí, ahí está la razón del terror que nos enferma, el temor a la eventual circulación interna.
* En innumerables casos y casas del hábitat informal, no existe ni siquiera la infraestructura sanitaria esencial, como bien se puede ver en Entre Ríos, al sur de Paraná, donde muchas familias pasan semanas sin una sola gota de agua, porque no pueden inventarla, ni salir a comprarla. ¿Cómo te relajás? Por más que se indignen, se salgan de sus cabales o se cansen de pontificar en sus editoriales, hay muchísima gente que no se lava las manos cada dos horas, no porque no quiere, ¡porque no puede!

¿CÓMO SIGUEN FUNCIONANDO LOS COMEDORES DE LOS BARRIOS CUANDO LOS FUNCIONARIOS QUE SIGUEN MORFANDO DEJAN DE FUNCIONAR?

* Siguen funcionando por amor al amor, gracias al motor comunitario que fabricó la villa en 70 años de resistencia, esa conciencia colectiva que le permitió sobrevivir a la deriva, a las topadoras de la dictadura, al neoliberalismo de los 90, al ayuno del 2001 o al cinismo del chocobarismo, porque la villa entendió clarito que acá nadie se salva sólito. Y en esa trayectoria de nuestra cultura comunitaria que recién ahora el mundo pareciera comenzar a valorar, ¡ahí está el pulmotor que nos hace respirar!
* Funcionan mal o funcionan bien, también gracias al entramado de organizaciones sociales, nos caigan bárbaro o no tan bárbaro, porque son esos vagoschoriplanerosceosdelapobrezaquevivendelestado quienes dejan a sus familias de lado para presionar las respuestas a las preguntas que se ahogan en la grieta de la impunidad, cuando la mezquindad puede más que cualquier pandemia, cuando niegan los recursos para los alimentos o cuando tenemos que profundizar determinados pronunciamientos, poniendo en riesgo su estética de tipos buenos, porque su imagen les preocupa más que los estómagos ajenos.
* Funcionan porque la dignidad no tiene frenos, porque si no funcionaran, la curva del Coronavirus hoy estaría infectando al ARSAT. Y entonces ahí están, entregando viandas para que no se produzcan aglomeraciones, haciendo el delivery que no pagan las jubilaciones y abrazando con empatía a los inmunizados del pan de cada día: albañiles, recicladoras, ayudantes, vendedoras ambulantes, trabajadoras y trabajadores de la economía informal que, cuando dejan de laburar, ¡dejan de morfar!
* Funcionan con la energía que provee la rebeldía, barriendo la mugre de la alta sociedad, porque brota la necesidad de darle una respuesta urgente a esos bidones de detergente que no están donde deben estar, porque nadie los puede pagar. No es fácil ni barato conseguir los productos de limpieza que permiten mantener impecables los merenderos de tantos, ni sus cocinas listas, ni sus pisos brillosos, ni sus pulcras piletas, como lo exigen tantos panelistas desde sus maravillosos planetas…
* Funcionan porque la vida importa y porque, cuando se trata de comida, la explicación es corta: a espaldas de todos los reconocimientos, los comedores de Rosario triplicaron la demanda de alimentos. Y en el barrio platense Los Hornos, hoy se va en almuerzo lo que antes también cubría la cena: se duplicó la demanda con la cuarentena.
* Funcionan como sea pero funcionan igual. Y menos mal que funcionan, incluso en la Capital Federal, donde gobierna la prepotencia de una casta aria, con sus “tres vías” para la “””asistencia””” alimentaria: 1) Mediante las escuelas, que siguieron repartiendo los mismos sanguchitos pelados, pero encima concentrados en pocas bocas, induciendo a esas largas colas que después denostan desde la TV, aprovechando que la pauta se pone y no se ve. Recién ahora, por la presión de los gremios y sus docentes fundamentales, anuncian que darán cajas semanales y por supuesto no les creemos. Veremos. 2) Mediante los Centros de Primera Infancia, donde cada uno recibe lo que recibe, como si la demanda fuera la misma que ayer, de acuerdo al poder o la afinidad con el Gobierno de la Ciudad. 3) Los comedores comunitarios, donde las raciones atrasan más que los salarios, porque todo este parate de changas multiplicó la concurrencia e incluso el número de miembros por familia que necesitan asistencia. Y lo peor de toda esta doble vara es que nunca, nunca, nunca ponen la cara, porque así como los directivos de las escuelas aparecen como responsables de las viandas impresentables, las vecinas y los vecinos deben poner el cuerpo que otros prefieren esconder, para decirle a otro ser humano: “Hoy no vas a comer”.
* Y la verdad, amigos periodistas, así como el pico del virus no llegó según los propios sanitaristas, el pico de la demanda alimentaria tampoco, porque poco a poco se van terminando los restitos de suelditos que todavía les permiten a muchos valerse de su propio alimento: donde se termina la comida, se termina el aislamiento.

¿CÓMO GARANTIZAN LA SALUD, DONDE NO LLEGAN LOS INSUMOS, NI LAS AMBULANCIAS, NI UN ATAÚD?

* Ante todo, hay una realidad que no se dice, ni se piensa, porque buena parte de la prensa se avergüenza: en las villas se hace muy difícil escalar hasta la tercera edad, porque hay un laberinto de dificultad para sobrevivir a la niñez, la juventud y la adultez, rampas y trampas que no siempre se pueden sortear. Hay que tener mucha, pero mucha suerte para ganar. Y si no, lean los números de la realidad: hay 20 años de diferencia entre la longevidad del barrio Zavaleta y la glamorosa Recoleta.
* Hoy las distintas asambleas vienen desplegando sus propias postas de salud, a lo ladran y a lo sancho del territorio nacional, en especial, para el acompañamiento de nuestras viejitas y viejitos, como cajas multiplicadoras de gritos para contener, cuidar, atender e informar.
* En la Villa 1-11-14, por ejemplo, el centro médico que atiende las zonas 19, 20 y 40 exhibe una predisposición fenomenal, pero vive desbordado por la falta de personal y la escasez de insumos para los enfermos de pobreza: faltan guantes, barbijos y productos de limpieza, también ahí, en la salita, sí.
* El pasillo 2 del barrio San Petersburgo, en La Matanza, tiene vacía la panza y una sola sala médica que fue remodelada un año atrás: hoy cuenta nada más que con una médica generalista. Y para conseguir un turno hay que anotarse en una lista, haciendo fila desde la madrugada, pero sin que te vea la prensa, ¡porque está muy enojada!
* Con el fin de replicar ese desmadre por allá, el hospital público en la bajada de Paraná sólo entrega turnos telefónicos, para revisar abuelos o embarazadas: eso sí, “todas las líneas están colapsadas”.
* Apenas casos aislados, que se replican en todos lados porque así trabajan los heroicos médicos de la Patria Baja, administrando gotitas de medicina en cada barriada de América Latina. Y en muchísimos pasillos libres de ambulancias, también en la Ciudad. Por cuestiones de accesibilidad. Y por la falta de voluntad.

¿CÓMO SE AMESETA LA CURVA DE LOS FEMICIDIOS, CUANDO EL CORONAVIRUS GANA EL MONOPOLIO DE LOS HOMICIDIOS?

* Todas las Casas de las Mujeres y las Disidencias que componen el Frente de Géneros, están desdoblando sus brazos cotidianamente en cada órbita local, mientras acompañan 327 casos a nivel nacional.
* Todos nuestros barrios tienen ahora compañeras asignadas a monitorear las denuncias y las amenazas que sólo circulan en ámbitos de confianza, porque la única esperanza es la comunidad al servicio de la sororidad, con guardias en casos particulares y con muchísimas vecinas trabajando desde sus hogares, para salvaguardar la vida de otras compañeras, vidas villeras que ojalá valgan tanto como la de cualquier tipo, ahora que “todos jugamos en el mismo equipo”.
* Todas esas vecinas que ya venían luchando por su propia integridad, están siendo acompañadas en la cotidianeidad por otras mujeres que sostienen talleres, cooperativas o asambleas, porque además de gritos, tenemos ideas que tampoco se pueden silenciar; cuando todo parece jodido, ¡es cuando hay que gritar!

¿CÓMO SE CUIDA LA GENTE DE LA VILLA DE LOS QUE VAN A CUIDAR A LA GENTE DE LA VILLA?

* Sobre calles casi vacías, ahora llenas de policías, los apremios están al desorden del día, porque aun cuando primara nuestra propia voluntad de refundar a las Fuerzas de Seguridad, “arrancando sus malas yerbas”, hoy son viveros de malas yerbas, que no se pueden arrancar, ni enderezar en lo que dura una cuarentena. Y hete aquí el problema: en el Bajo Flores, dos pibes verdugueados, videos de abusos por todos lados, una cacería por acá, unos escarmientos por buscar comida allá, una violación de domicilio en Tucumán y van… ¿Cuántas van? Los violentos que no quedan registrados, ni son viralizados por el conjunto de la sociedad, nunca terminan pasados a disponibilidad y entonces nos queda nuestra propia capacidad de organizarnos, para cuidarnos de los que vienen a “salvarnos”.
* Cada dispositivo de control popular al accionar policial funciona en base a un mapa de seguimiento barrial, en el cual se identifican los puestos de las fuerzas inmersas en cada territorio y los puntos rojos de inseguridad que genera la Seguridad, como así también las instituciones de apoyo permanecen abiertas y una lista de vecinos alertas en cada sector del barrio, que mantienen entre sí las comunicaciones permanentes para monitorear el trabajo de los agentes.
* Desde ahí, se asiste a vecinas y vecinos detenidos arbitrariamente por el artículo 205, para que la versión vecinal llegue con ahínco hasta el Poder Judicial.
* Al detectar situaciones de violencia policial, un responsable designado se pone a disposición de la víctima inmediatamente, por si requiere algún tipo de atención urgente y dispara nuestro protocolo de acompañamiento, en ese mismo momento.
* Ahí nomás, integrantes del equipo en aislamiento toman los casos para impulsar los pasos que sea necesario dar: oficializar la denuncia, completar el registro, recopilar imágenes, conectar testigos y contactar a las entidades médicas que custodian el bienestar de cada víctima en cuestión, así como también la articulación con todas esas instituciones que componen la cadena de cuidados: defensorías, secretarías, juzgados.
* En el barrio Bosco II de Santiago del Estero, detuvieron a un compañero cuando asistía a una señora mayor que vive justo al lado de su casa, pero si no pasa en la tele, no pasa. Y entonces terminó cagado a palos, justo por “los pocos policías malos” en la comisaría 5°, hasta que fue liberado, golpeado, ahorcado y amenazado.
* El 23 de marzo, la Policía de Tucumán ingresó a la casa de José Luis Ríos, para detener a Juan José Ríos, otra persona que vive en otra casa y, en medio del allanamiento, entre insultos, patadas y caños, le apuntaron a su hija, que tiene 6 años.
* El 24 de marzo, sí, el 24 de marzo, Raquel Rodríguez fue detenida por la Policía de la Ciudad en su barrio, la Villa 31, por un delito aterrador: salió a buscar comida a un comedor.
* El 25 de marzo, Nahuel Orrego fue detenido y apaleado en la Villa 21, por la Prefectura Naval, por haber ido al kiosco en una actitud criminal.
* El 26 de marzo, Mirta Echavarría y su hija, una compañera trans, fueron retenidas en el mismo barrio, por la misma Prefectura, en otro indebido proceso: “Callate, maricón, te vamos a meter preso”.
* El 27 de marzo, en el mismo barrio, frente a la misma Prefectura, Jesús Reales vio interrumpido su recorrido hacia el bono del salario social complementario: le labraron un acta, por no ser millonario.
* El 28 de marzo, la Policía de Santa Fe detuvo a Alejandro Gómez, pero además consideró prudente desnudarlo y golpearlo en las costillas, para masturbarse con su propio poder. Y para que las marcas no se pudieran ver.
* Y sí, es toda una novedad que los pasen a disponibilidad con semejante celeridad, pero no basta que algunos aprendan la lección. Necesitamos garantizar la prevención frente a todos estos atropellos: si no los controlamos nosotros, nos controlan ellos.

¿CÓMO SE HAN AMPLIADO, ADAPTADO O TENIDO QUE REINVENTAR NUESTRAS REDES DE ORGANIZACIÓN POPULAR?

* Cada una de las asambleas poderosas en Argentina, en articulación con otras de América Latina, tienen coordinadores de todas las áreas que atraviesan nuestra agenda barrial, por encima de cualquier diversidad cultural: referentes de tierra, de salud, de educación, de géneros, de deportes, de economía, de comunicación, de control a la represión, de cultura y de varias ramas más, pero el coronavirus nos obligó a establecer además 4 nuevas referencias para contener las emergencias: alimentarias, sanitarias, de violencia institucional y de violencia intrafamiliar; para que se puedan centralizar las notificaciones y para que no debamos convocar a grandes reuniones.
* Desde que comenzó el aislamiento, todo ese acompañamiento se come nuestro tiempo y también nuestro financiamiento comunitario, que va desde las recaudaciones de cada barrio y cada cooperativa, hasta la última estrategia efectiva de autogestión, tragándose incluso el pequeño colchón de reservas que las asambleas suelen guardar para que los peques puedan conocer el mar, cuando llegan las vacaciones, incluyendo las más desesperadas campañas de donaciones…
* Seguramente, no terminaría nunca este informe necesario, si detalláramos cada gesto solidario o cada iniciativa con impronta cooperativa, pero valgan tres como síntesis ilustrativa: 1) En Rodrigo Bueno, la fotocopiadora Paulo Freire decidió seguir trabajando a puertas cerradas, no para ventas tercerizadas, sino para garantizar las tareas de educación popular y para que todos los niños que deban estar en su hogar cuenten con dibujos para colorear. 2) La cooperativa textil Juana Azurduy empezó a producir barbijos para generar algún ingreso y también para invertir todo eso en los productos que nos hacen falta para limpiar mejor cada comedor. 3) La cope Sub-Limada de Santa Fe, en el medio de toda esta oscurísima noche, no sólo está encendiendo una nueva luna, ¡está laburando gratis para la Casa Cuna!

¿Y ENTONCES CÓMO CARAJO SALIMOS ADELANTE?

* No sabemos, pero vamos a invertir mucho corazón y cabeza, ¡para vencer! Y para distribuir la riqueza, porque no existe otra forma de combatir la pobreza y porque nadie se puede aislar en ayuno: hay que repartir la guita, ¡empezando por la de uno! Quienes puedan donar frescos, ¡pueden donar frescos! Quienes puedan comprar los packs que vamos a lanzar para colaborar, ¡pueden comprar esos packs! Y quienes puedan donar millones de pesos, ¡deben donar millones de pesos! Todas y todos juntos debemos acompañar y traccionar al Estado, para que nadie nunca más deje de mirar a su lado. Porque si algo realmente vino a contagiarnos para transformarnos como personas, como colectivos, como humanidad, esta realidad tiene que cambiar hoy mismo, ¡la guerra no es contra un virus, es contra el egoísmo! Y sí, justificar abusos, humillaciones o violaciones a derechos esenciales, sólo pensando en tus garantías individuales, ¡es otra versión del “sálvese quien pueda”! Otra miseria vestida de seda como ésta que dejó al mundo tan en off side, sin gol y sin abrazo, cuando la mierda tiró este pelotazo. Quienes defienden todavía su propio poder o su propia jerarquía, aún no han podido entender que, si no valoramos a todos, nunca tendrá valor nadie. ¡Pero nadie! Ya no se puede pedir mano dura en cualquiera de sus formas, para todos menos para quienes la ejecutan violando todas las normas. Y realmente sí, será muy difícil hacerles entender a los pibes de cualquier esquina el valor que tiene tu vida, tan indiscutiblemente sagrada, mientras les hagamos creer que la suya no vale nada. Vamos, ¡tenemos mucho trabajo! Y esta vez también, es por abajo.

“No nos cagamos en el coronavirus”: cómo es vivir en un hotel para aislados

30.3.2020

Por Mariano Dorr

Eugenia y Gabriel volvieron de sus vacaciones en el exterior y quedaron alojados en un hotel de la Bancaria.

Eugenia y Gabriel viajaron a República Dominicana para pasar algunos días en sus playas. Lo planearon durante meses. Ella es de Rafael Calzada, trabaja en una clínica de fertilización; él, de Almagro y es empleado en una refinería, en Campana, Provincia de Buenos Aires. Viajaron un día después de la primera cadena nacional de Alberto Fernández, donde el Presidente hizo algunas advertencias a propósito de los vuelos internacionales. Pero Eugenia y Gabriel en ningún momento fueron advertidos, ni por Latam ni por nadie en el Aeropuerto, de que si viajaban podrían llegar a tener inconvenientes para su regreso o que podían estar exponiéndose al covid-19. Se confiaron y volaron al destino turístico.
A los dos días de estar allí, Latam canceló su vuelo de regreso. Desde ese momento se terminaron sus vacaciones: “No hacíamos otra cosa que averiguar cómo haríamos para volver a la Argentina”. En República Dominicana también se decretó una cuarentena con distanciamiento social y se cerraron todos los espacios turísticos. Durmieron un par de noches en el aeropuerto y finalmente consiguieron que Latam los incluya en un vuelo a Buenos Aires.
En el avión no se informó de ningún caso abordo del nuevo coronavirus. Volaron planeando la cuarentena obligatoria que pasarían en la casa de Gabriel, pero al aterrizar en Ezeiza se sorprendieron al encontrar, ni bien terminaron el recorrido de la manga de acceso al aeropuerto, un cordón policial con barbijos negros que direccionaban su recorrido hasta un lugar donde se les preguntaba dónde vivían. A quienes respondían que vivían en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se les informaba que, por resolución oficial, serían trasladados a Hoteles de la ciudad. No les mostraron la resolución ni les hicieron firmar ningún formulario en conformidad con el traslado a los Hoteles.
Ante la queja de algunos, se les informó que en el Hotel podrían realizar las consultas correspondientes. Viajaron en una unidad de Manuel Tienda León hasta el Hotel de La Bancaria, en la calle Suipacha 854. Les dieron una habitación y se les informó que tenían prohibido salir: “Nos dijeron que estaríamos cuatro días y que luego nos permitirían irnos a nuestras casas si no presentábamos síntomas, pero aquí todo se está extendiendo, la verdad es que no sabemos si vamos a tener que quedarnos los catorce días acá; hablamos con abogados, pero nos dicen que no hay información, que lo mejor es que esperemos”.
En el Hotel no se les realizaron test ni fueron revisados por personal médico. Todas las consultas son telefónicas desde la recepción. No hay rumores de coronavirus en el Hotel, “pero nos tratan como si estuviéramos infectados, aunque al mismo tiempo en ningún momento nos hicieron una visita médica de ningún tipo”. Eugenia y Gabriel sienten que están privados de su libertad y todos los días intentan hacer averiguaciones para poder ser trasladados al domicilio de Gabriel, en CABA: “No quiero estar acá, quiero estar en mi casa, yo no viajé cagándome en el coronavirus, viajé porque ya había pagado el viaje y nunca me informaron que no se aconsejaba hacerlo”.
Ayer, mientras miraban las noticias en la televisión de la habitación, se sorprendieron al ver que en ese mismo Hotel un hombre se había presentado disfrazado de médico para “rescatar” a su esposa. La operación de rescate no fue exitosa. Intervino personal de la Comisaría 1A y el Juzgado Federal N°9. El hombre fue llevado a su domicilio, donde deberá cumplir 14 días de cuarentena obligatoria.
La misma situación de Eugenia y Gabriel la viven otros 2100 pasajeros regresados durante la última semana del exterior. Se encuentran alojados en 19 Hoteles de la ciudad. Fuera del país, otros miles de argentinos se encuentran varados en aeropuertos de distintos lugares del mundo, esperando su turno para regresar a sus casas.

Trabajadores de salud mental exigen condiciones de bioseguridad a Larreta

30.3.2020

Trabajadores del Ameghino convocados para asistir a los pasajeros repatriados del extranjero, aislados en hoteles de la ciudad, exigieron condiciones de protección sanitaria acordes y propusieron un protocolo de actuación, que las autoridades desoyeron.

El miércoles 25 de marzo, los profesionales de los Centros de Salud Mental Nº 1 y el N°3 Dr. Arturo Ameghino, recibieron una comunicación de la Dirección de Salud Mental del Gobierno de la Ciudad solicitando la conformación de equipos profesionales para asistir psicológicamente a las personas que se encuentran realizando la cuarentena en hoteles de la ciudad.
Las autoridades del Ministerio de Salud de la Ciudad, los convoca a brindar asistencia telefónica desde el lobby de los hoteles. Recordemos que en los hoteles de la ciudad se encuentras los pasajeros regresados y repatriados del extranjero, con altas posibilidades de contagio, quienes se encuentran aislados, sin ningún testeo ni control sanitario.
En asamblea autoconvocada junto a los directivos del Centro de Salud, dejaron claro su predisposición a brindar servicio “ofrecimos nuestra absoluta disposición y compromiso a trabajar y asistir a aquellas personas que lo necesitasen en el marco de la emergencia sanitaria, ofreciendo alternativas suficientes para poder responder a esta demanda desde nuestro lugar de trabajo, sin necesidad de exponernos a circular”.
Al mismo tiempo ofrecieron el servicio la asistencia presencial en caso de que sea necesario, para lo cual exigieron que sea bajo la estricta protección sanitaria adecuada al caso.
Sin embargo, “no sólo se han negado cada uno de los pedidos –que se amparan en los derechos de los trabajadores y en las disposiciones de bioseguridad expedidas por la OMS y el Ministerio de Salud de la Nación- sino que además se nos solicita que los mismos trabajadores lleven alcohol en gel y un cuaderno para anotar las prestaciones que allí se brinden. Por respuesta, se resolvió una distribución arbitraria de los profesionales para asistir a los huéspedes/internados en los diferentes hoteles a partir del lunes 30/03. No se presentó ningún plan de trabajo, esquema, protocolo, ni recursos suficientes para contener una situación que ellos mismos generaron al obligar a los pasajeros a hospedarse en los hoteles”.
En el Ameghino, sigue el comunicado: “el atropello de parte de las autoridades, la falta de consenso y respuestas adecuadas ante la situación de emergencia sanitaria. La arbitrariedad de enviar a realizar dichas tareas a profesionales que se encuadran dentro de las personas de riesgo, exponiéndonos a nosotros y dejando sin atención a la comunidad que asiste regularmente a nuestra institución”.
Las crisis, como la actual, exhiben las deficiencias de los criterios de empresarios, sus apoderados y funcionarios, para dar respuestas a las necesidades. Los trabajadores, esos que para los que diseñan las gestiones y sus gerentes se encuentran en “las trincheras”, encuentran las respuestas ante los problemas a través de la imaginación, la responsabilidad y la lucha; mientras los funcionarios priorizan el marketing televisivo.
A modo de pregunta para la reflexión: ¿No muestran estas experiencias y crisis, ¿quiénes son los que realmente pueden dirigir las instituciones de salud en la sociedad? Creemos que sí y acá hay un pequeño gran ejemplo: Los trabajadores, en este caso de la salud mental.
A continuación, reproducimos el comunicado:

CENTRO DE SALUD MENTAL N° 3 DR. A. AMEGHINO

El día miércoles 25/3 los profesionales del Centro de Salud Mental N°3 recibimos una comunicación de la Dirección de Salud Mental del Gobierno de la Ciudad (Nº 2020-10253514 GCBA-DGSM) solicitando que debíamos conformar equipos profesionales para trasladarnos a los hoteles de la Ciudad de Buenos Aires que están alojando las personas que han regresado de zonas de riesgo con alta circulación del virus covid-19, para brindar asistencia telefónica desde el lobby del hotel.
Los profesionales en asamblea autoconvocada y con el Director de nuestra institución presente, ofrecimos nuestra absoluta disposición y compromiso a trabajar y asistir a aquellas personas que lo necesitasen en el marco de la emergencia sanitaria, ofreciendo alternativas suficientes para poder responder a esta demanda desde nuestro lugar de trabajo, sin necesidad de exponernos a circular.
Ofrecimos también la posibilidad de asistir de forma presencial en los casos que se evaluasen como absolutamente imprescindible, solicitando para ello, el traslado hacia el hotel y el equipo de protección personal para nuestro cuidado y el de la sociedad toda.
Sin embargo, no sólo se nos ha negado cada uno de los pedidos -amparados en derechos de los trabajadores y en las disposiciones de bioseguridad expedidas por la OMS y el Ministerio de Salud de la Nación- sino que además se nos solicita que llevemos nuestro alcohol en gel y un cuaderno para anotar las prestaciones que allí brindemos.
Nos respondieron arbitrariamente repartiendo a los profesionales a diferentes hoteles para asistir desde el lunes 30/03, sin un esquema de trabajo claro, protocolo, ni recursos suficientes para contener una situación que ellos mismos generaron al obligar a los pasajeros a hospedarse en los hoteles.
Otro efecto de esta solicitud es que los pacientes de nuestro Centro de Salud Mental, que continúan en asistencia por vía telefónica desde el inicio de la cuarentena, organizada por los propios trabajadores, ya que no nos han brindado más recursos como ser líneas telefónicas o acceso a internet, quedarán sin asistencia debido a que tendremos que asistir a otro lugar de trabajo.
Por otro lado, desde el comienzo de la epidemia en nuestro país, el Gobierno de la Ciudad no nos proveyó del material necesario para la higiene y seguridad a los profesionales que seguimos asistiendo con regularidad en la institución, teniendo que conseguirlos por nuestra propia organización, siendo los insumos totalmente insuficientes debido a la dificultad conocida para acceder a los mismos.
Queremos denunciar el atropello de parte de las autoridades, la falta de consenso y respuestas adecuadas ante la situación de emergencia sanitaria. La arbitrariedad de enviar a realizar dichas tareas a profesionales que se encuadran dentro de las personas de riesgo, exponiéndonos a nosotros y dejando sin atención a la comunidad que asiste regularmente a nuestra institución.

Cuarentena de nutrientes: el reclamo al GCBA por las viandas escolares

29.3.2020

Por Natalia Daniel y Joaquín Malamud*

“Esta extraordinaria situación de cuarentena también puso en evidencia que les docentes somos actores fundamentales de la realidad política y social de nuestro país. Desde nuestro trabajo, desde nuestro compromiso cotidiano y desde el vínculo con las familias, tenemos un amplio conocimiento de la realidad y las necesidades que tienen las comunidades.”

La situación de la alimentación en la escuela, crítica desde hace varios años, no es más que una expresión de las problemáticas que atraviesa la educación pública en la Ciudad de Buenos Aires. El principal problema es que los comedores escolares son espacios privatizados dentro de la escuela pública, por lo que la alimentación escolar se guía bajo criterios empresariales de reducción de costos y maximización de ganancias y no se considera un derecho a garantizar. A pesar de encontrarnos en el distrito más rico del país, la comida entregada no alcanza ni de cerca el valor nutricional necesario para niñes en edad escolar y la calidad es tan baja que ni les funcionaries del gobierno se atreven a probarla en sus visitas a las escuelas.
A su vez, desde hace años las solicitudes de viandas y comedor tienen criterios para completarse y entregarse cada vez más restrictivos, las raciones son disminuidas bajo supuestos criterios de “alimentación saludable”, permanentemente nos encontramos con cambios en el menú que reducen la ya escasa cantidad de carne (como el reemplazo reciente del pastel de papa por pastel de lentejas) y en las pocas semanas de clase que hubo en este año llegaron a haber tres escuelas con casos de intoxicación por comida en mal estado.
Sin embargo, a pesar de todas estas falencias, el alimento que se entrega todos los días en los comedores de las escuelas muchas veces termina siendo la comida principal del día para muches de les alumnes. En algunas escuelas de jornada simple, a pesar de no haber comedor, se entrega un refrigerio que también es significativo para las familias, sobre todo en los barrios más pobres de la Capital. Cuando no hay clases, se entrega al mediodía una vianda para cada familia que consiste en un sándwich con una feta de fiambre y una de queso, y una fruta que muchas veces llega en mal estado.
A partir de la declaración de la cuarentena, el Gobierno anunció el feriado martes 24 de marzo por la noche una “reorganización” en la entrega de viandas que no fue informada a la mayor parte de las familias, y desconocía las realidades de los barrios y la organización existente entre las escuelas y los distritos escolares. Irresponsablemente generaron la aglomeración de gente en sedes de entrega de viandas y por las irregularidades y las modificaciones de información durante las jornadas muchas familias no pudieron acceder a la comida que les correspondía en esos días.
En el Distrito Escolar 15, en el barrio de Villa Urquiza, el alimento fue entregado en la escuela 15 y la leche en la escuela 22, a 15 cuadras de distancia. En muchas escuelas el Gobierno afirma por sus planillas que envía más viandas de las que efectivamente manda, como en la escuela 14 del Distrito Escolar 8, en Parque Chacabuco, donde no llegan las 385 raciones que corresponden.
En el Distrito Escolar 5, ya antes de la cuarentena total el Gobierno empezó a entregar la mitad de las viandas, por lo que las familias que llegaban últimas se quedaban sin nada. A la comunidad de la 11 DE 5, de la Villa 21-24, se le indicó que las viandas se iban a entregar en la escuela 12 pero cuando las familias se acercaron no recibieron nada, porque sin previo aviso se había modificado la sede de entrega a otra escuela fuera del barrio, a varias cuadras de distancia. Una situación parecida vivieron las familias del Normal 8, en San Cristóbal, quienes mandaron una escuela que queda a más de 15 cuadras a buscar un vaso de leche y un paquete de galletitas. Y algo similar le sucedió a la comunidad de la 15 DE 13: debían retirar las viandas en la escuela 12 DE 13, que a las familias de Samoré les queda a 15 cuadras y a las familias de Cildañez les queda a más de veinte.
En el sector 1 de adultes (Constitución, San Telmo, Retiro, Monserrat) se les informó a les estudiantes que tenían que buscar la vianda al mediodía. Cuando llegaron se encontraron con que las viandas recién iban a estar a las 18 hs, y quienes fueron a las 18 hs, nuevamente se encontraron con que no había nada.
En el programa Puentes Escolares, que trabaja con una mayoría de población en situación de calle, hoy más en riesgo que nunca por la exposición tanto al contagio como al hostigamiento policial, la primera semana de suspensión de clases recortaron las viandas a la mitad, luego dejaron de enviar leches a todas las sedes y finalmente hubo cambios en las sedes de entrega durante la jornada por lo que muches estudiantes se quedaron sin alimento.
Desde el concesionario señalaron que a ninguna escuela que cambiaba de dirección le asignaron leches y nunca respondieron al pedido de justificación. Las situaciones relatadas son solo algunas de las muchas que tuvieron lugar estas semanas. Después de hacer oídos sordos durante días, ante la presión e imposibilidad de sostener un sistema tan riesgoso e ineficaz, el Gobierno de la Ciudad tomó la propuesta que veníamos realizando desde las escuelas y los sindicatos de entregar bolsones, anunciando que se realizarán cada diez días y para quienes hayan presentado la solicitud de vianda o comedor.
Esta situación plantea tres problemáticas: por un lado, no queda claro dónde se hará dicha entrega, y cómo se evitará exponer a las familias a las aglomeraciones y caminatas de cuadras a las que se las viene exponiendo; por el otro, muchas solicitudes de vianda o comedor no han podido ser entregadas al entrar en cuarentena; y por último, basándonos en la experiencia, nos permitimos dudar de la calidad y valor nutricional de la comida que se entregará. Sostenemos, entonces, la exigencia de que los bolsones sean para cada alumne matriculade, que se retiren en las escuelas a las que asisten y que cuenten con comida nutritiva, entendiendo que una buena alimentación es condición indispensable para la salud en tiempos de pandemia. La alimentación de nuestres alumnes debe dejar de ser considerada un negocio y ser garantizada de una vez y para siempre como un derecho.
Esta extraordinaria situación de cuarentena también puso en evidencia que les docentes somos actores fundamentales de la realidad política y social de nuestro país. Desde nuestro trabajo, desde nuestro compromiso cotidiano y desde el vínculo con las familias, tenemos un amplio conocimiento de la realidad y las necesidades que tienen las comunidades. Es por eso que queremos ser escuchades y tenides en cuenta para pensar la mejor manera de llegar a los barrios. Como lo hacemos día a día en el aula, también hoy, en este contexto, queremos hacer nuestro aporte a la construcción de infancias y juventudes dignas.
*Docentes Caba, integrantes lista Lista Granate en UTE. Por decisión de los autores el artículo utiliza el lenguaje inclusivo.

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