En Recoleta bailan en la calle, en los barrios populares eligen entre el Covid-19 o el hambre
15.6.2020
Por Gloria Pagés
Mientras vecinos y vecinas del adinerado barrio de Recoleta salieron este domingo a la vereda a bailar al ritmo de Tan Biónica, en los barrios populares romper el aislamiento es excusa para ser reprimido, perseguido y torturado.
Ya anochecía y en el barrio de Recoleta y los vecinos bien de una de las zonas más ricas de la Ciudad de Buenos Aires salían a la calle a bailar al ritmo de Tan Biónica. Se caía de maduro: el tema no podía ser otro que Ciudad Mágica, el mismo que bailaron Macri y los seguidores del PRO en sus actos de campaña.
La musicalización a cargo del DJ Patricio Zambrano, que asumió el rol de dar alegría al barrio todas las tardes, este domingo provocó que la algarabía estallara en veredas y calles.
El video se viralizó y la “grieta” sobre la ruptura de la cuarentena se volvió a abrir en las redes sociales. Lo cierto es que vecinas y vecinos recoletos, que están hartos de vivir encerrados -encierro relativo, porque ahora pueden hacer running- en sus pisos con terraza, balcones, amenities, loundry y demases y que no soportan más que sus mucamas deban cobrar su sueldo pero guardar cuarentena (en el mejor de los casos porque la realidad es que en la mayoría de los casos las obligan a ir a trabajar igual o las despiden), gozan de la inmunidad de clase para salir a la calle y a lo sumo ser objeto de risas y algunas críticas y, por supuesto, mucho apoyo de los mismos que hacen sonar sus cacerolas en apoyo a los estafadores de Vicentín.
La fiesta callejera sólo puede suceder en paz gracias a esa pertenencia de clase. Qué distinto es ser un albañil que viaja desde el conurbano a hacer una changa para poder sobrevivir y es bajado del colectivo por gendarmes armados.
Qué distinto es salir en grupo a un pasillo de alguna de las villas de la Ciudad o la Provincia de Buenos Aires, militarizadas y plagadas de fuerzas represivas.
Qué distinta la situación de los trabajadores ambulantes, como los senegaleses en La Plata, que son reprimidos y detenidos por querer vender algo para subsistir.
Qué distinto es ser una familia humilde de Mar del Plata, salir un rato a la plaza con los nenes y terminar torturados por la Bonaerense de Sergio Berni.
Qué distinto es vivir en Chaco y que allanen tu vivienda porque supuestamente violaste la cuarentena, terminar con toda tu familia presa y ser torturadas y abusadas las menores.
Qué distinto también vivir en Chaco, caminar después de las 8 de la noche y que un policía te dispare para que te metas en tu casa.
Qué distinto es el destino de organizaciones sociales que realizaron una olla popular en Moreno y fueron hostigados y amenazados de muerte por patotas ligadas al municipio.
Qué distinta, y brutal, la suerte del joven trabajador rural en Tucumán, Luis Espinoza, que terminó desaparecidos y asesinado por la policía de Manzur en un presunto operativo para hacer cumplir la cuarentena.
Podemos seguir esta lista hasta el infinito y todos los ejemplos que demos mostrarán cómo los que pagan las consecuencias de la brutalidad policial, hoy con la excusa de no respetar el aislamiento social obligatorio, son los trabajadores, los pobres y los sectores a los que la pandemia y la crisis social que no deja de profundizarse está afectando de manera catastrófica.