Murió el genocida Videla

 

18.5.2013

El dictador Jorge Rafael Videla murió este viernes a los 87 años mientras se encontraba preso en el penal de Marcos Paz, condenado por crímenes de lesa humanidad.


Videla lideró el golpe militar que derrocó a María Estela Martínez de Perón el 24 de marzo de 1976 y gobernó hasta el 29 de marzo de 1981.

El último martes estuvo presente en el juicio que se le sigue por el Plan Cóndor y allí pidió la nulidad de esa investigación, al considerar que se trataba de "cosa juzgada" y que quienes están acusados y detenidos en la causa son "presos políticos".

"No tiene sentido hacer una defensa en el marco de una justicia vaciada de derecho", aseguró el anciano expresidente de facto, visiblemente afectado por sus últimas enfermedades.

La declaración de Videla en el juicio que lleva adelante el Tribunal oral Federal número 1 (TOF1) no cubrió las expectativas que había generado, ya que si bien advirtió que no iba a ampliar su indagatoria, se limitó a realizar "algunos comentarios" durante aproximadamente diez minutos.

En ese sentido, reiteró que el TOF1 "carece de competencia" para juzgarlo "por los casos protagonizados por el Ejército en la lucha antisubversiva, en la guerra interna", al reconocer como única autoridad al disuelto Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas.

El tribunal presidido por el juez Oscar Amirante hizo pasar a Videla al banquillo, quien lo hizo con visible dificultad.

En su breve declaración, el exdictador no hizo referencia al Plan Cóndor, instrumentado por las dictaduras del Conosud en los años 70 y por cuya participación son juzgados 25 militares, entre ellos un uruguayo.

"Sostengo que los hechos que se están ventilando constituyen cosa juzgada, y nadie puede ser juzgado dos veces por la misma causa", sentenció Videla.

La última aparición pública del dictador Jorge Rafael Videla presagiaba un desenlace inminente y, con su muerte fresca, habría que preguntarse si su último deseo no fue otro que ratificar su responsabilidad burocrática en el asesinato y desaparición de miles de personas mientras manejó discrecionalmente la Argentina, pero también su convicción plena acerca de la legitimidad de la comisión de actos aberrantes durante el régimen que encabezó.

"Llegué al grado máximo como teniente general y por razones funcionales era el presidente de la Junta", fue la respuesta de un Videla encorvado, casi sordo a una pregunta de rigor del presidente del tribunal que lo juzgaba por haber tramado junto a otros dictadores latinoamericanos el Plan Cóndor, que dejaba sin posibilidades de escape a los opositores en los años 70’ y cuyo destino por lo general era la muerte.

Sin grado militar sobre sus hombros, ese anciano achacoso que le sonrió el martes -como si hubiera hecho una picardía- a uno de los defensores cuando terminó su diatriba, pero que murió solo en una celda del penal de Marcos Paz, rememoraba personajes de Gabriel García Márquez.

Costaba ese día pensarlo como aquel tirano del mundial 78, con los pulgares en alto, o con su traje civil peinado a la gomina respondiendo que los desaparecidos eran "eso" que no estaban "ni vivos ni muertos, sino desaparecidos".

Primero trastabilló, pero luego logró mantener la vertical cuando se retiraba después de ese remedo de arenga que tamizó con una enumeración de sus achaques.

Aunque sin duda hubo personajes más oscuros que mancharon sus manos con sangre durante el régimen que se extendió entre 1976 y 1983 Videla es sin dudas el ideólogo militar y el cabal intérprete de lo que se iba a gestar a partir del 24 de marzo de aquel año inicial de esa página negra de la historia.

"Asumo a plenitud mis responsabilidades castrenses", dijo con el último aliento, aislado desde el banquillo de los acusados, desde un imaginario de "lo castrense" como un poder perdido en el tiempo, a partir de ese tramo de la historia en el que las Fuerzas Armadas asumieron la suma del poder público, dejando de lado las instituciones de la democracia.

El país dividido en zonas y subzonas, cientos de centros clandestinos en todo el territorio, miles de personas secuestradas, torturadas desparecidas, asesinadas en los campos de concentración, son algunos de los crímenes de lesa humanidad de los cuales Videla pretendió hacerse cargo para soportar el peso de la condena pública.

En la causa 13, conocida para la historia como El Juicio a las Juntas Militares, Videla, al igual que Massera y otros jerarcas del régimen fueron condenados a prisión perpetua y a perder su condición militar, una deshonra para un soldado.

Luego los militares, que mantenían parte de aquel poder, tuvieron en vilo la joven democracia con las asonadas hasta que obtuvieron a punta de fusil del gobierno de Raúl Alfonsín las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que, en consonancia con el pensamiento de Videla, libraban de responsabilidades penales a los subordinados ejecutores de aquellos crímenes.

Durante la década del 90 Menem indultó a los jefes condenados y Videla creyó haber recuperado la impunidad que habían dejado preparada con sus leyes de autoamnistía los militares.

A partir de la anulación de las leyes por parte del Congreso durante el gobierno de Néstor Kirchner los juicios se fueron sucediendo y una a una se fueron ratificando las condenas.

Durante años, exmilitantes republicanos guardaron, a veces enterradas, botellas reservadas para el día de la muerte del caudillo Franco. La Argentina sin Videla no modificará en gran cosa su presente político tras 30 años de recuperación de la democracia.

En la Sala de Audiencia de los tribunales de Comodoro Py resonó el martes la voz -por momentos convertida en exclamación insolente- del ultraderechista abogado Soaje Pintos, cuando le reclamó al juez Amirante que tratara a su cliente por su grado de "coronel con el que lo honró la Patria".
Media hora después, el exgeneral Videla, "el gran dictador", ya no tenía quién lo espere.

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