Mafalda y el palito de abollar ideologías

12.3.2019

Por Ricardo Palmadessa

Mafalda nos enseñó muchas cosas. A quienes la descubrimos a principios de los '70, nos mostró algunas palabras que no conocíamos: ideología, censura, despotismo. Con los años fuimos aprendiendo qué significaban esas palabras, o bien entendimos que “El palito de abollar ideologías” tenía relación, por ejemplo, con “La noche de los bastones largos”.

En esa época ya habíamos visto en el noticiero de canal 13, al periodista Sergio Villarroel, esquivando balas en una esquina del centro de Córdoba, relatando lo que ya se daba en llamar el “Cordobazo” que significaría la caída del Gobierno del dictador Onganía. Para un niño de diez años era difícil entender qué significaban esas imágenes en blanco y negro que nos mostraba la pantalla de las barricadas en mayo de 1969. Pero nos fascinábamos con esas otras escenas de Neil Armstrong pisando la luna dos meses después.

Nos veíamos reflejados en esa mezcla de juegos, travesuras, reflexiones, inconformismo y rebeldía infantil que expresaban Mafalda y sus amigos. Compartíamos con los personajes de Quino esa sensación de que había cosas en el mundo que estaban mal, y que había que arreglarlas, o al menos quejarse.

Mafalda, creación de Joaquín Lavado (Quino), fue publicada por primera vez en 1964, durante el Gobierno de Arturo Illía. El personaje se popularizó en los años de la autodenominada y mal llamada Revolución argentina y la última tira fue publicada en junio de 1973, durante la breve presidencia del justicialista Héctor Cámpora. Su autor se las ingeniaba para que esa niña en edad escolar reflexionara sobre la realidad, sorteando la censura estatal.

La desconfianza que desde siempre hemos tenido hacia la Policía, quizás haya sido sembrada por Mafalda con su observación sobre la función del garrote policial.

Desconfianza que en la adolescencia se transformó en miedo, durante la sangrienta dictadura de Videla. Ya de grandes entendimos que los uniformados de azul y las fuerzas de seguridad en general, eran el brazo armado del Estado capitalista, cuya función era disciplinar a la clase trabajadora, y cuidar la propiedad de sus patrones, con palos, con gases y con balas.

Los palos que el domingo repartió la Policía de Rodríguez Larreta, no sólo abollan las ideologías. Le dicen con violencia a quienes viven o sobreviven de la venta de sus artesanías, que hay quienes tienen más derecho que ellos a vender, como los dueños de los anticuarios, con sus papeles en regla, que no molestan con sus puestos a los turistas que pasean por las calles de San Telmo, algunos de los cuales a pesar de ello fueron también blanco de la brutalidad policial el pasado domingo.

Analizando la historia de nuestro país, o mejor la historia de la lucha de clases en el mundo, podemos comprobar que ese palito de abollar ideologías que Mafalda señalaba colgando del cinturón del policía, muy usado en esos años de dictadura y represión estatal en la Argentina, se aplica con más frecuencia y con más dureza, en la medida en que se agravan las condiciones de vida de las y los trabajadores. Para decirlo fácil: a más ajuste son necesarios más palos.

La grave crisis económica que estamos atravesando y que se está llevando por delante doscientos mil puestos de trabajo, implica que muchas y muchos salen a las calles a resistir, a pelear porque esta vez los platos rotos no los paguen ellas y ellos, sino los que siempre ganan: los patrones, los capitalistas que fugan cientos de miles de dólares a paraísos fiscales, esos parásitos que viven de la explotación del trabajo humano, y que tienen de su lado a los que empuñan los palos detrás de los transparentes escudos blindados.

Y queda claro por las imágenes y los videos de la represión a los artesanos, que los agentes del orden disfrutan mucho de su trabajo, hasta se apasionan y dejan todo por cumplir con su misión. Y lo que hacen es eso, cumplir misiones, cumplir órdenes sin protestar, para eso les pagan. Pero tanto los policías, como los gendarmes y los milicos en general, no se pueden llamar trabajadores. No son trabajadores y nunca estarán de nuestro lado. Nunca leyeron a Mafalda.

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