Apertura del Festival Internacional de Buenos Aires: Relato de la bailarina Catalina Briski

28.1.2019

Por Catalina Briski

El 23 de Enero se realizó la apertura de la 12 edición del Festival Internacional de Buenos Aires, en el Anfiteatro del Parque Centenario. La joven bailarina Catalina Briski, directora de “El refugio de los Invisibles”, estuvo presente en la inauguración, y luego de intercambiar con sus pares colegas sobre lo visto, olido y sobreactuado, escribió una serie de reflexiones y sentimientos, con ánimo y bronca ante el bochornoso despliegue de las artes traficadas como objetos-mercancías. Catalina, con una crítica punzante, suma su voz a la desobediencia, al sentir de much@s artistas, que como ella, no están dispuestos a ceder.

 

Las aperturas del FIBA quizás sean los escenarios donde el snobismo cubre toda posible vulnerabilidad. Donde la pobreza y la carencia, son defecto. Donde hay que simular lo simulado para pertenecer a algo que parece bello, pero en el fondo esconde el peor hambre, que es la falta de empatía. Cierta ansiedad de ponerle color a algo que es oscuro, porque es negocio. Sin ocio, sin goce, todo color es máscara. Ahí estamos, los que estuvimos metidos en la sala de ensayo tratando de ser cuerpos más sensibles. Nos encontramos, por la inercia capitalista, sumergidos en una escena donde las miradas sólo especulan un posible contacto, para un posible trabajo; por una posible gira europea, para un posible cachet en euros. Algunos abrazos de reencuentros de colegas, calmaban mi ansiedad. Y entramos al Anfiteatro del Parque Centenario, para ver la obra de Tim Robbins, “The New Colossus”. Sin repares, pésima obra. Lo mejor de la obra fue un gato que paseaba por encima del techo del escenario, donde todes podíamos proyectar las ganas de mostrar el mismo desinterés que el gato mostraba con su interrupción sin pedir permiso. Vimos un Disney o una Cris Morena de los refugiados. Una mirada simplista. Con un siniestro final que reivindica a la Estatua de Libertad como la “madre de los refugiados” cuando hoy encarcelan a niñes mexicanes en jaulas.

Nos hemos criado con su cine, con su perversa forma de instalar esa binaria moralina de buenos y malos, de yankis vs árabes, de ganadores y perdedores. Ese fanatismo por la rostridad y los premios. Ese mundo elitista, que a veces se sube a escenarios para oponerse a un nombre propio, es el más funcional a la máquina que sostiene el status quo. La conclusión de la obra fue: “Todos somos inmigrantes” (parece que las mujeres no). “Es como el nadie menos”, me dijo una compañera. El peligro de no entender lo que es el imperio, lo que es ser oprimido u opresor. Tim Robbins no tuvo mejor idea que preguntarnos de dónde venimos, con ese tono de autoayuda, de soberbia, de animador de shows. Y por suerte se escuchó un grito compañero: “¡Pueblos Originarios!”, que alivió mi vena del cuello y me calmó la taquicardia ante tanta impotencia. Acompañamos gritando con mi compañero, “¡Maduro presidente!”.

La tibieza progresista yanki, que muy alejada está de cualquier movimiento revolucionario, les da letra al macrista careta, que mientras dice que va a hablar de feminismo no usa lenguaje inclusivo y se codea con hombres hijos de padres millonarios. Cócteles, brunch, speching, couching y una identidad que muere, se vende por dos mangos o por un prestigio en forma de foto o selfie que le llena los bolsillos a Instagram y Facebook.

Hace rato venimos queriendo ver fuego, “que arda”, hace mucho que preferimos, o decimos que preferimos quemarnos, que seguir sosteniendo esto. Pero no. Obedecemos. Obedecemos y callamos. Algunes por miedo a quedarse sin trabajo y otres (muches) por guitita y amiguismo. La tibieza deja a entrar a todes, la tibieza no lastima, ni quema, ni congela, parece perfecta… la tibieza. Parece más pacífica, parece lograr acuerdos. La tibieza es el posmodernismo que no ofrece resistencia. La tibieza es para bebés. No importa el FIBA. No importa que le paguen cinco mil mangos a una obra. No importa que estén precarizados les compas. No importa que gasten fortunas en traer a un ganador de un Oscar. No importa que gasten plata pública en comida para llenar panzas llenas. No importa que hablen de cómo los artistas tenemos que convertirnos en mercenarios. No importa. “Ya fueeee. Si el FIBA va a seguir…..”. La desidia de los artistas del teatro independiente porteño. Se aburrieron de hablar del genocidio del capitalismo.

Que ardan los supuestos y las especulaciones. Descolonicemos el inconsciente. Que nuestras obras y nuestras palabras sigan siendo reflejo de nuestros deseos y afectos. Que el silencio sea de reflexión y no de opresión. Que arda el contacto de nuestros cuerpos en los escenarios de lucha. Que haya trabajo para todes les trabajadores de la cultura! Que arda la comodidad y las sonrisas sujetadas para poder pertenecer. Que ardan los cuerpos llenos de entusiasmo. Que ardan los atajos. Desobediencia es resistir.

………….

*Catalina Briski nació en Argentina. Es bailarina, actriz, directora y docente. Actualmente dirige “El refugio de los Insivibles”, una obra de danza-teatro que aborda desde lo poético, lo siniestro y lo absurdo, la temática de les refugiados en el mundo. 

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