Escuela, código de vestimenta y feminismo

21.2.2018

Violeta Weber*

Durante los últimos años, los centros de estudiantes de los colegios públicos comenzaron un proceso en el que asumieron la importancia de tomar la violencia de género y el machismo como parte de su lucha. Los casos de abusos y violaciones que suceden en las escuelas y la convivencia de víctimas con victimarios en el interior mismo de las aulas son pasivamente tolerados e invisibilizados. Las y los estudiantes exigen un protocolo y la aplicación real de la Ley de Educación Sexual. Paralelamente, existe otra violencia a la cual las adolescentes deben enfrentarse día a día: los códigos de vestimenta que reprimen y cosifican a la mujer.

Los códigos de vestimenta son uno de los ejes de lucha centrales en la actividad de las comisiones de género de los centros de estudiantes. Solo algunos pocos colegios cuentan con un código de vestimenta que no reprime a las estudiantes. La reglamentación, en líneas generales, tiene una política que impone reglas diferentes para mujeres y hombres, y cosifica a la mujer limitando su vestimenta por “la distracción que genera en los compañeros hombres”.

La instalación de dichos debates es uno de los mayores logros de la lucha de los secundarios y el comienzo que dará impulso a las medidas que buscan acabar con los mecanismos machistas que están completamente naturalizados en los colegios.

Surge el debate y los estudiantes generan proyectos que son elevados a los directivos y las supervisiones, entonces comienzan las trabas. Sin el apoyo de las autoridades de un colegio es complicado para los alumnos avanzar. Incluso, cuando la colaboración es parcial y los códigos son “un poco” modificados, la mala implementación de los mismos los tergiversa con criterios injustos y machistas. Por ejemplo, el código indica que no se puede usar musculosas pero solo son sancionadas las mujeres que las visten. En el Liceo 9, Santiago Derqui, la supervisión se niega a aprobar el código de vestimenta propuesto por los estudiantes con la excusa de que no hay forma correcta de definir por escrito el largo mínimo que deben tener las polleras o shorts. En el Raggio, se aprobó un código sin presencia de los representantes del alumnado como exige el protocolo.

En los colegios cada vez son más comunes los debates de género en las aulas y los pasillos. Resulta esencial que se hable de estos temas, que se compartan opiniones; en este sentido la educación sexual podría ser enriquecedora. En los espacios que cada centro de estudiantes desarrolla (una revista, una jornada o una de las reuniones, etc.), es notable que los temas de género son recurrentes porque cada vez son más las estudiantes que deciden dar un paso adelante y luchar por sus derechos.

Las estudiantes de los colegios secundarios se suman a la lucha feminista para eliminar el machismo del ámbito escolar. Reclaman códigos de vestimenta que no las cosifiquen, protocolos contra la violencia de género y la aplicación real de Ley de Educación Sexual. El próximo 8 de marzo se movilizarán para sumar sus voces al paro internacional de mujeres. Con la pérdida y el sufrimiento de tantas compañeras es esencial su grito de #NiUnaMenos. 

*Estudiante del Liceo 9 de la Ciudad de Buenos Aires.

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