Se realizó movilización a DOSUBA en defensa de la obra social de los trabajadores de la UBA

19.9.2017

Movilización a DOSUBA (obra social de todos los trabajadores de la UBA): Los trabajadores de la UBA dicen NO a los aumentos de la obra social

Hoy, 19 de septiembre, los trabajadores docentes y no docentes de la UBA se movilizaron a DOSUBA (Uriburu 860, CABA) para defender el derecho a la salud y exigir al Consejo Superior la suspensión inmediata de los aumentos en coseguros para todos sus afiliados (activos o jubilados) tanto en las prácticas como en las consultas programas; que den marcha atrás a los brutales aumentos a los socios adherentes; apertura a los libros contables de DOSUBA; y financiamiento necesario que evite el vaciamiento y la caída de prestadores.


Difundimos el relato de Luis Sabini, ex docente:

 

A los 75, en 2013, años opté por retirarme de mi último trabajo rentado en el país, Durante 15 años Había trabajado como ayudante docente en una cátedra libre de la Universidad de Buenos Aires.

Pensaba jubilarme aunque, como extranjero, no disponía de los años de trabajo suficientes en el país, pero contaba con la posibilidad abierta de seguir aportando como jubilado. Sin embargo, una consulta me indicó que por disponer ya de una pensión, los años insuficientes de trabajo no permitían el trámite jubilatorio.

Como empleado universitario, había optado, años atrás, por la cobertura médica de DOSUBA, pero al no resultar jubilado tras mi renuncia, DOSUBA me reubicó como "adherente".

Era una cuota mayor que la que desembolsaba como trabajador, pero la acepté. En mayo de 2016 hubo un fuerte aumento de cuota: de 880 a 2200 pesos. Pero apechugamos con ello, para mantener las redes de atención.

A fines de julio, estamos en 2017, me comunicaron la nueva tarifa: 7725 pesos. Para el par afiliado.

Teniendo como pensión algo menos de 12 000 pesos traté de averiguar, primero por carta, luego ante la sede central de DOSUBA acerca de tamaño aumento. Se me dijo que eran resoluciones con las que no se daba marcha atrás.

Sin embargo, el aumento considerable (aunque no tan avasallante) que DOSUBA resolviera para jubilados, sí tuvo marcha atrás.

No sólo nos cuesta afrontar tamaño aumento sino que además no aceptamos ser tratados como meros objetos: me he dirigido a uno de los integrantes de la dirección de DOSUBA, el consejero administrativo-financiero, licenciado Hernán J. Gil, que ni siquiera se ha molestado en acusar recibo. El mismo destino para otra carta a la jefatura de Afiliaciones.

No es particularmente grato a seis meses de cumplir 80 años tener que distraer energía en una reubicación de la atención médica.

Tampoco es grato pertenecer a una institución que ignora el diálogo más elemental para con sus "afiliados", "protegidos", financiadores" o como se nos quiera llamar.

DOSUBA presenta en su sede central toda una gama de jóvenes supuestamente para atender a la masa de afiliados. Pero son tan abundantes que uno se pregunta por el destino de tamaños aumentos inconsultos de cuota.

¿A quién o a qué rinde cuentas la dirección de DOSUBA, ya que no a los afiliados?

¿La dirección de DOSUBA no tiene qué rendir cuentas?

Luis E. Sabini Fernández, Nº 605075-00

Buenos Aires, 17 setiembre 2017

 

 

María Claudia Falcone. Políticas revolucionarias en bachilleratos de los años 70

Por Leonardo Marcote

 

Por la reciente publicación del libro: María Claudia Falcone. Políticas revolucionarias en bachilleratos de los años 70, editado por Nuestra América, fui convocado por la Coordinadora de Estudiantes de Base (CEB) para un nuevo “Septiembre es de Lucha”, ciclo de charlas y debates organizados por los secundarios de la Ciudad de Buenos Aires en distintos colegios porteños. El ciclo cuenta con la participación de Jorge “Chiqui” Falcone, militante revolucionario y hermano de María Claudia.

 

El contexto en el cual se dieron las charlas fue diferente al del año 2016, porque lo vivimos con los secundarios tomando colegios, manifestándose contra la reforma Secundaria del Futuro y por la implementación de un protocolo para actuar frente a la violencia de género. Agradezco haber sido testigo y haber compartido con algunos de ellos: Antonella Giuso, Ignacio “Peluca” Mattos, Malena Briones, militantes de La Simón Bolivar y de la Coordinadora de Estudiantes de Base. Me complace haber conocido a lo mejor que le queda a nuestro país. A los militantes revolucionarios de hoy que hacen honor a los caídos de ayer y que continúan la lucha del movimiento estudiantil secundario.

En las distintas aulas donde nos tocó conversar con los chicos y chicas, consideré necesario señalar que la primera acción militante de María Claudia Falcone fue, justamente, la toma de su colegio, el Bachillerato Bellas Artes de la ciudad de La Plata, en abril de 1974.

 

-Los Falcone

 

María Claudia Falcone comenzó su militancia en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) el 2 de abril de 1974, cuando tenía 13 años. Es difícil imaginarla militando en otra agrupación que no fuera peronista. Su papá, el doctor Jorge Ademar Falcone, fue el primer Subsecretario de Salud Pública (1947-1950); intendente de la Ciudad de La Plata en 1949, y senador provincial, presidente de la Comisión de Obras Públicas del Senado entre 1950 y 1952. Como militante de la causa nacional, se alzó junto al general Juan José Valle y el teniente coronel Oscar Lorenzo Cogorno, el 9 de junio de 1956, cuando la denominada “Revolución Libertadora” derrocó al gobierno popular de Juan Domingo Perón.

Nelva Méndez de Falcone era ama de casa y maestra de escuela pública. Había colaborado en la campaña por el voto femenino, siendo delegada juvenil a mediados de los años ’50.

Por su parte, Jorge Falcone hijo, cuando María Claudia estaba terminando sus estudios primarios en el Normal 2 “Dardo Rocha”, en 1973, ya militaba en Montoneros. Este contexto familiar que vivió María Claudia, desde chica, forjó en ella un carisma especial y también su “pasta” de líder.

 

-Piezas claves del rompecabezas

 

El primer interrogante que me planteé a la hora de escribir el libro fue de qué manera podía contarles a las nuevas generaciones la vida de una joven peronista, revolucionaria, que, al igual que muchos otros, luchó por un país más justo. De qué forma debía contar su historia para que los secundarios de hoy la sintieran como a una compañera más que siguió con sus acciones hasta el final, pese a ser consciente de que ese compromiso podía costarle la vida. Hoy, estoy más convencido que nunca que humanizarla fue el camino correcto.

La primera persona que me abrió el camino para pensar más seriamente a Claudia fue su propio hermano, quien la definió como “una piba común y corriente que pensaba fumarse un porro, ir a bailar o hacer el amor.” Jorge recuerda una gran virtud de su hermana: “Tenía una sensibilidad especial”.

Luego comenzó el trabajo de hormiga. Entrevisté a más de 30 personas y entre todos hicimos un gran trabajo de memoria colectiva. Cada uno desde el lugar que le tocó conocerla puso una pieza al rompecabezas que significaba relatar la desaparición de una persona en manos del terrorismo de estado. Hubo piezas claves que nos acercaron a una adolescente en el sentido más puro de la palabra.

Roberto Silva, “Willie”, su novio, la define como “una mina fuera de serie” que llevaba “la solidaridad en la sangre, era totalmente solidaria. Y no lo hacía para fingir una postura, le salía naturalmente. Me acuerdo que una tarde estábamos en Plaza San Martín (La Plata) y ve pasar a un chico que se estaba cagando de frío y la mina se saca la campera y se la da. Así de sencillo, lo vio, lo llamó, y le dio su campera. Después de haber tenido esa actitud me sigue hablando como si nada hubiera ocurrido, como si esa acción no hubiera pasado, era así de solidaria. Y si alguien le preguntaba por qué hizo eso, te respondía. ‘Él no tiene, yo tengo otra en mi casa, me mojaré como mucho tres cuadras’”.

Lo que más recuerda Willie son las tardes interminables abrazados en la Plaza Rocha, cerca de la casa de Claudia, o las visitas de ella a su casa, en donde, Claudia rápidamente se había ganado el cariño de los padres de Willie, “no teníamos muchas discusiones políticas, nos dedicábamos a querernos, a mimarnos. Fue eso con Claudia, vivimos un romance, y no tanto abrazados a la causa política. Yo no estaba en su grupo de militancia, porque mi militancia fue muy suave, no estaba tan entusiasmado. Ella sí, y por eso no se quiso ir cuando la cosa se empezó a poner más dura.”

Bernardo Teruggi, compañero de Claudia en el tercer año del Bachillerato cuenta que el no tener participación política, no fue un impedimento para acercarse a ella. “Nunca hablábamos de política. Sí ella me contaba que los fines de semana estaban yendo con un grupo de personas a trabajar a las villas, pero no más que eso. Quizás al ver mi desinterés por la política nunca me insistió para que participara. Era muy comprensiva.

“Pero sí la he escuchado hablar con otras personas de temas políticos y la mina era una luz. Parecía más grande. Por el nivel argumentativo que tenía. Y sin embargo era un mes más grande que yo nomás, pero su cabeza estaba desarrollada, y su andar callejero era de sol a sol.”

Con María Rosa Torras, “Marocha”, una de sus amigas y compañera del Bachillerato, le gustaba ir a la cancha de Gimnasia y Esgrima de La Plata y también a los recitales de Sui Generis, la banda de rock preferida de Claudia.

“Había algo de temerario al charlar con Claudia porque era una chica de tantos recursos, que uno pensaba ‘si digo esto va a venir a decirme aquello’, era especial. De alguna manera te tensionaba la respuesta si se trataba de un planteo serio”, cuenta Marocha. “Era una mina de una inteligencia tan extraordinaria que te daba vuelta todo y terminaba convenciendo por el poder argumentativo que tenía. Ella no repetía slogans o frases, era una estudiosa de verdad. Tenía un pensamiento lateral, divergente. Era admirable. Pero te repito, cuando era un planteo serio. Con sus amigas, en cambio, le gustaba cagarse de risa, hablar de chicos, de ropa, lo que hace una adolescente a su edad”.

Marocha también recuerda un momento de inflexión en la relación entre ambas. En abril de 1976, mientras estudiaban juntas y de fondo sonaba el discurso del ministro de Economía Alfredo Martínez de Hoz: “Se abre un nuevo capítulo en la historia económica argentina. Hemos dado vuelta una hoja del intervencionismo estatizante y agobiante de la actividad económica para dar pasó a la liberación de las fuerzas productivas”. De nuevo en la historia argentina se volvía a beneficiar a los grandes monopolios y se dejaban atrás las conquistas logradas por los trabajadores en el pasado. En un momento Marocha comenta:

-No son tiempos para continuar militando. Es mejor guardarse por un tiempo, es muy peligroso seguir.

-Ahora más que nunca hay que luchar- fue la contundente respuesta de Claudia.

“Claudia, en ese momento, definió bien su posición. La argumentó con todo un bagaje que hizo todo eso muy sólido.  Creo que esa reunión, de alguna manera, nos separó. Nos distanciamos, creo más que por ella, porque Claudia sabía que yo no iba a dar ese paso que ella sí estaba convencida en dar. Y yo creo que ella no quería que yo me entere que ella sí lo iba a dar. Seguimos siendo amigas, pero la relación fue más distante.”

 

-Septiembre de 1976

 

Los últimos dos meses para Claudia habían sido difíciles. Tuvo una bronquitis muy fuerte que le impidió ir al Bachillerato. Casi queda libre. Sumado a los problemas de salud, un hombre sospechoso comenzó a vigilar su casa. No podía quedarse mucho tiempo más allí y se mudó por un par de días a la casa de su tía. Junto a ella fue también a pasar unos días María Clara Ciocchini, dirigente perseguida de la UES de Bahía Blanca que había llegado a La Plata hacía pocos meses. Durante el periodo que ambas estuvieron en ese departamento varios compañeros de la agrupación se hicieron presentes para conversar y debatir las próximas acciones.

La tarde del 15 de septiembre, Claudia se comunicó con su papá y le pidió dinero para buscar otro refugio. El viejo militante peronista que se salvó de ser ejecutado por la Revolución Libertadora, en junio del ’56, entendió de inmediato la situación y se dirigió a su encuentro. Como era común en esos tiempos, rápidamente le entregó el dinero, y luego de darle un beso, caminaron en distinta dirección.

Las chicas dieron varias vueltas por la ciudad. Cuando comenzaba a oscurecer, y al no haber conseguido otro escondite, decidieron que lo mejor era volver al departamento. No es ilógico pensar que la charla que mantuvieron aquella noche giró en torno a procurar un lugar más seguro, ya que en los últimos días habían dado muchas vueltas antes de entrar al edificio porque temían ser perseguidas. María Clara era dos años más grande que Claudia y tenía el grado de oficial dentro de la organización político-militar. En ese momento ella era la responsable política de Claudia.

Nada parecía alterar la calma aquella noche. La tía descansaba de sus dolores y es probable que Claudia se haya dedicado a terminar de diseñar unas láminas que debía entregarles a sus compañeras del Bachillerato. Ellas recuerdan que luego de despedirse de clase ese 15 de septiembre, les prometió que se encargaría de llevar los materiales que necesitaban para una de las materias. Claudia era una excelente dibujante y tenía el mejor promedio de la división. Aun en los momentos más duros de la represión disfrutaba de sus clases de dibujo.

Mientras se disponía a cumplir su promesa, la policía ya había liberado la zona que rodeaba el edificio y le daba vía libre al ejército para que actuara. En los primeros minutos del 16 de septiembre, un camión de la fuerza estacionó en la puerta del edificio, descendieron varios uniformados y entraron.

Las llevaron al Centro Clandestino “Pozo de Arana”, donde fueron torturadas y violadas por las patotas del general Ramón Camps y el comisario Miguel Osvaldo Etchecolatz. El 23 de septiembre son trasladadas al Pozo de Banfield, Centro Clandestino ubicado en la localidad de Lomas de Zamora. Allí estuvieron en cautiverio junto a sus compañeros de la UES Horacio Ungaro, Daniel Rasero, Miguel López Muntaner y Claudio de Acha. Todos, al igual que Claudia y María Clara continúan desaparecidos.

 

-Se les mojó la pólvora

 

“Si tomamos a La Noche de los Lápices como un intento de escarmiento, todo indicaría a la luz de los acontecimiento que estamos revisando, que a la dictadura se le mojó la pólvora”, le dijo Jorge Falcone a un periodista que lo entrevistó en la marcha por el 41º aniversario del secuestro de su hermana. De esa forma Jorge valoró la importancia de las dos recientes marchas de secundarios, que reunieron a miles de jóvenes. En este marco, es fundamental que los secundarios de hoy sepan que María Claudia Falcone desarrollaba una resistencia cotidiana en su colegio, denunciando a los  preceptores autoritarios, enfrentando la intimidación policial, luchando por mejorar las condiciones edilicias de su escuela, entre muchas otras cosas. Ella y sus compañeros desaparecidos, peleaban por cuestiones de fondo y no sólo por el Boleto Estudiantil Secundario. Luchaban por un país más justo, por una educación para todos. La pelea es la misma que desarrollan hoy Antonella, Ignacio y Malena, para impedir que triunfe la política neoliberal de un gobierno dictatorial, en plena democracia.

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