La Renga en Huracán: se cocinó la realidad

5.8.2017

Por Cristian SecúlGiusti*

Los recitales de La Renga y la construcción hegemónica de los medios masivos, “las coberturas rozaron los estereotipos metafóricos del sonido rudo y áspero de la banda, y se vincularon con la representación de lo organizacional y planificado del concierto”.

 

Los recitales de La Renga en el estadio del Club Atlético Huracán generaron coberturas similares en los medios masivos y hegemónicos del país. Desde un plano de coincidencias y unificaciones, los relatos opacaron los inconvenientes de organización previos al show y los impedimentos provocados por el gobierno porteño de Horacio Rodríguez Larreta, a fin de resaltar los rasgos de emotividad y sentimiento del concierto.

En este sentido, el discurso de la información circuló en una ronda argumentativa que se debatió entre el universo de la efeméride y la consolidación de una simbología afectiva. El campo semántico de la lectura periodística se construyó, entonces, en torno a una liturgia propia y legítima de la banda y sus seguidores: el escenario previo de la llegada al estadio, los trapos, la carga emotiva de ver a La Renga en Capital Federal luego de diez años y el ideario del “banquete” como vinculación lírica y figurativa de los shows.

Sin embargo, más allá de los pronunciamientos explícitos o implícitos de Chizzo, Tete o Tanque arriba del escenario, los medios masivos se centraron en un relato de tinte expresivo y coyuntural, buscado y premeditado. La enunciación no hizo hincapié en la disputa política propuesta por la banda ni en las dimensiones de sus líricas en el actual escenario político. A partir de esta estrategia, la identidad confrontativa planteada por el grupo quedó sumergida en un mar de tensiones breves y caricaturescas que sólo sirvieron para hablar de una noción de expectativa, más que de complejidades sobre lo social.

Las coberturas rozaron los estereotipos metafóricos del sonido rudo y áspero de la banda, y se vincularon con la representación de lo organizacional y planificado del concierto. La denominada “fiesta” se constituyó a partir del rótulo de la “paz”, la ausencia de “problemas” y “lamentos”, patentando una situación de absoluta “calma”, solo precedida por incongruencias y meros desentendimientos con la gestión de Larreta. Ni más ni menos.

Por este motivo, algunos medios masivos y hegemónicos desarrollaron palabras clave que caracterizaron y direccionaron la comprensión de los conciertos de La Renga. Para ejemplificar, Infobae habló de “brillo”, de “regreso” y de la posibilidad de hablar sólo de música como horizonte de diálogo; La Nación destacó el aspecto celebratorio del evento y del “exitoso plan de ingresos y egresos” al estadio; Clarín resaltó la sonoridad de “fuego” del grupo y la exactitud de la organización; y TN.com recalcó el ideario de “reencuentro” y de espera generado por el show.

En estos términos, la mirada política y contextual de los recitales quedaron relegados y supeditados a una lógica de emotividad: la consolidación de un “banquete” en comunión forjada por las fuerzas de seguridad, la importancia del cuidado generalizado y la situación de vivir un evento en conjunto, más allá de los dramas y las manifestaciones políticas.

Por esta razón, el diagrama de las listas de las canciones de los recitales y los pensamientos o los mensajes de las letras de la banda fueron apartados y separados del análisis. Asimismo, los temas musicales fueron enumerados sólo para edificar un relato de situación, que no evidenció un traslado analítico de la escena del rock argentino y mucho menos de la cultura de los jóvenes en un universo neoliberal y corporativo.

La reflexión propuesta por los medios de comunicación masiva expuso una falsa cordialidad con la identidad rockera y combativa del grupo. A partir de la lógica emocional se logró oscurecer el apéndice principal de los recitales de La Renga en este 2017: la construcción de una trinchera política y poética, y la configuración de una estética y práctica de resistencia desde la cultura rock.

En línea con un ideario neoliberal y un orden discursivo actual, los relatos mediáticos hegemónicos ubicaron al show en una situación de pose y de satisfacción de mercado, más allá de las rupturas y los goces colectivos. Por ello, vale pensar en las narrativas de rock realizadas por los especialistas en el género porque contribuyen a la descontextualización y deshistorización de la propia cultura. En este aspecto, el juego de opacidades y de supuestos entendimientos emotivos, esconde bajo siete llaves la dimensión política, rescata los dilemas desde lo coyuntural y, una vez más, renueva las posturas que destacan la “tendenciosa” relación entre la politicidad y el arte.

 

*Dr. en Comunicación, Lic. en Comunicación Social, Docente (FPyCS-UNLP)

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