José Potocar, de jefe de la Policía PRO a líder de una banda de coimeros
25.4.2017
El fiscal Campagnoli pidió detener al titular de la Policía de la Ciudad por su presunta participación en el pedido de coimas a cambio de protección a comerciantes y vecinos de Núñez y Saavedra.
Daniel Satur
El fiscal porteño José María Campagnoli pidió la detención de José Pedro Potocar, el jefe de la Policía de la Ciudad que (a sólo cuatro meses de haber asumido en el cargo) fue separado por Horacio Rodríguez Larreta al estar acusado de liderar una banda uniformada dedicada a recaudar fortunas coimeando a comerciantes y vecinos de los barrios de Núñez y Saavedra.
Potocar está comprometido en la causa donde se investiga el sistema de recaudación ilegal de la fuerza, a través de pedidos de dinero a comerciantes y vecinos de esos barrios a cambio de “protección” y promesas de no sufrir hechos de “inseguridad”.
El nombre y apellido del jefe de la fuerza habría aparecido anotado en un cuaderno secuestrado en un allanamiento a la Comisaría 35 de la Ciudad. Allí se lo involucraría a Potocar como parte beneficiaria de supuestos pagos y cobros de coimas.
Vale recordar que en la causa ya está detenida con prisión preventiva la comisario inspector Susana Aveni, quien ocupaba un cargo relevante en el área de Narcocriminalidad de la Policía porteña. Justamente por estas horas la Cámara Federal de Apelaciones en lo Criminal y Correccional porteña confirmó el rechazo de la excarcelación de Aveni que ya había dictaminado el fiscal Mauricio Viera. El fallo de la Cámara se sustenta en que la jefa policial puede eludir la justicia o “entorpecer la investigación, procurando amedrentar testigos”.
La “transparencia de la institución”
El sábado pasado el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta dispuso a través de un decreto suspender a Potocar con el argumento de “preservar una investigación judicial en la que está mencionado y la normal prestación del servicio de seguridad”. La conducción de la fuerza, mientras tanto, quedará bajo mando de la Secretaría de Seguridad a cargo de Marcelo D’Alessandro.
Ayer el ministro de Justicia y Seguridad porteño, Martín Ocampo, dijo que la suspensión de Potocar es “transitoria” y que espera que “aclare su situación en la Justicia y rápidamente vuelva” a desempeñar su cargo.
La separación de Potocar fue “a los efectos de preservar tanto la transparencia de la institución como la posibilidad de que él se pueda abocar a defenderse, si tuviera que defenderse, en esa causa”, afirmó Ocampo ante la prensa.
Pero a juzgar por lo que consta en el expediente, e incluso por los propios dichos del juez de la causa Ricardo Farías, quizás Potocar no vuelva tan rápido a calzarse el uniforme y sentarse en su sillón. Es que a decir del juez los policías investigados “organizaron una asociación que funcionaba paralelamente a la estructura de la seccional 35ta., con jurisdicción en los barrios de Núñez y Saavedra, para llevar adelante una pluralidad de planes delictivos con el objeto de percibir dinero indebidamente”. Y Potocar está en la cúspide de las sospechas.
“No es justo, soy policía, no soy corrupto”
En la tarde de ayer Potocar habló desde el living de su casa con el operador político-mediático (decirle periodista es demasiado) Eduardo Feinmann, en el canal de noticias A24.
Con un trato casi amistoso Feinmann le hizo algunas preguntas sensibleras, del tipo “¿José, cómo se siente?” o “¿qué le pasa, José, sabiendo que puede ir preso?”. Y así le dio aire para que Potocar hiciera su descargo.
“Yo quiero dejar claro que hoy no tengo ni arma, ni credencial, ni teléfono, ni nada. Me despojé de todo y me puse a disposición de la justicia”, dijo Potocar.
Y pidió que, por favor, se lo respete en el proceso judicial. “El fiscal hizo allanar mi oficina, todo, y aparezco ahora en el testimonio de dos personas (sobre las que no voy a hacer juicio de valor porque están detenidas y no prestaron juramento de decir verdad), y dijeron una serie de cuestiones que no tienen ningún asidero”, manifestó el comisario. Sin embargo no dijo nada (ni se lo preguntaron) sobre la presencia de su nombre en el cuaderno de recaudaciones de la 35.
“Esto que estoy viviendo no es propio de una república. Todos son trascendidos, comentarios”, se defendió Potocar. Y como creyendo que sus palabras podrían generar algún tipo de simpatía sentenció: “Señores, me nombraron jefe de la Policía, soy una persona honorable. Y hoy veo que soy un monstruo social… Yo toda mi carrera fui policía. Soy policía. No soy un corrupto”.
En el mismo lodo…
Un dato nada menor en esta trama es que quien pidió la prisión preventiva de Potocar es nada menos que uno de los fiscales mejor considerados por la coalición Cambiemos, de la cuál Rodríguez Larreta, el jefe de Potocar, es uno de los exponentes más reconocidos.
Se recordará la campaña encabezada por Elisa Carrió y Jorge Lanata para que Campagnoli fuera repuesto en su cargo luego de ser suspendido en 2013 por el Tribunal de Enjuiciamiento del Ministerio Público Fiscal de Alejandra Gils Carbó. De hecho su vuelta al cargo en 2014 fue festejada por el PRO, la Coalición Cívica, el radicalismo, Clarín y La Nación como una vendetta contra el kirchnerismo que lo había querido echar del Poder Judicial.
Ahora Potocar culpa a Campagnoli de estar haciéndole una cama que, por añadidura, significaría un ataque al Gobierno que le confió el cargo de jefe de la Policía. Y afirma que para eso el fiscal está utilizando una causa en la que están involucrados varios de sus subordinados, sobre los que, confiesa de todos modos, no puede poner las manos en el fuego.
Algo parecido había dicho en 2010 Jorge “el Fino” Palacios, primer jefe de la Policía Metropolitana elegido por el entonces jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri, desplazado en medio de escándalos varios y hoy enfrentando un juicio por ser parte de la cadena de encubrimientos del atentado a la AMIA.
No es intención de esa nota proponerle a quien lee tomar partido por Campagnoli o por Potocar. Semejante tarea puede resultar tan difícil (o directamente imposible). Tanto como creer en la “transparencia” de la Policía.