15 años de Cromañón: Pintar la pared de un montón de colores

30.12.2019

Por Ignacio Marchini

Hoy se cumplen 15 años del 30 de diciembre de 2004, la noche en que el incendio del boliche República Cromañón, en el barrio de Once, se cobró la vida de 194 personas y la de decenas de padres, madres y sobrevivientes que fallecieron después por las secuelas, incluidos varios suicidios. Miles de heridos y heridas, abandonos sistemáticos del Estado, daños físicos, psíquicos y emocionales son parte del saldo de esa noche que se puede caracterizar de diversas maneras, excepto de tragedia.

La cadena de decisiones, errores y omisiones que llevaron a los sucesos del 30 de diciembre, evaluados en su conjunto, brindan un mapa de la situación en la que se desarrollaban los recitales de música, y de rock en particular, por esos años. La Masacre de Cromañón significó un corte que dejó expuestas las condiciones en que pibes y pibas, bandas, artistas y empresarios habitaban la noche. Un mundo abandonado a su suerte por el Estado y regido por la lógica del mercado que, a la vez, latía con un pulso artístico intenso que expresaba la renovación del rock, justamente con Callejeros como uno de sus máximos exponentes. Los y las herederas de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, la generación de los ‘90 que crecía a la par de un país que trataba de suturar las heridas de una crisis política, económica y social demasiada reciente como para ser del todo comprendida, se vio inmersa en y sostuvo, a la vez, una mística rockera y juvenil que bien podría encuadrarse dentro de “la cultura del aguante”, como definiera alguna vez el sociólogo Pablo Alabarces.
Pero los sucesos traumáticos dejan marcas de todo tipo y el dolor y la nostalgia no son las únicas respuestas posibles ante la ausencia ineludible y la injusticia de lo evitable. El Movimiento Cromañón, una coordinadora de diversas agrupaciones que surgieron en 2005 a partir de la masacre, es un claro ejemplo de otras vías posibles para alcanzar algún tipo de reparación personal y colectiva, transitando la memoria desde una postura activa y desplazándola del recuerdo fantasmagórico y acuciante.
Como cualquier organización social y política, los objetivos se modificaron a través del tiempo, siempre en relación con las demandas urgentes y las condiciones y exigencias del momento, articulados en torno a los vectores guía de los reclamos históricos e insobornables. Hoy organizan un festival en las inmediaciones de Cromañón desde las 12 del mediodía, donde expondrán su pliego de reivindicaciones y realizarán una jornada cultural y artística con radio abierta, bandas en vivo y la inauguración de una arcada realizada por el papá de David Chaparro, una de las víctimas.
En la actualidad, el Movimiento se encuentra enfocado en recuperar el lugar físico, el local ubicado en Bartolomé Mitre 3060, que fue restituido en noviembre del año pasado a Nueva Zarelux S.A., una empresa offshore radicada en Uruguay cuyo dueño es Rafael Levy, un hombre vinculado a talleres clandestinos y a la trata de personas que era propietario del boliche el día del incendio y que estuvo 4 años y medio preso por el delito de incendio culposo calificado. A lo largo de todos estos años hubo cuatro juicios orales en los que se condenaron a 21 personas, de las cuales 18 fueron a prisión. Hoy, todas cumplieron su condena y se encuentran en libertad. Con la excepción de Omar Chabán, el gerente del local que, de no haber muerto hace 5 años de cáncer, seguiría preso.

“Ese montón de espejos rotos”

Diálogo con Belkyss Contino (B.C.) y María Luján Rossi (L.R.), sobrevivientes de Cromañón e integrantes del Movimiento que está motorizando la expropiación del boliche para convertirlo en un espacio de memoria y un patrimonio cultural de la Ciudad. Un lugar destinado a la memoria activa y no al recuerdo estático; una evocación a las víctimas, familiares, amigxs y sobrevivientes; que recuerde sus historias, quiénes eran y quiénes son hoy. Un monumento vivo y habitable que reafirme y permita construir un relato para las nuevas generaciones. Que sepan que no fue una tragedia, que los bomberos, policías, funcionarios públicos, políticos y empresarios fueron partícipes necesarios de lo ocurrido. Que Aníbal Ibarra nunca fue procesado penalmente y que hasta hace 4 años fue Legislador porteño por el Frente para la Victoria.

¿De qué se trata el proyecto que presentaron?

B.C: El primero es de expropiación. Está en la Legislatura porteña, donde hay mayoría de Vamos Juntos (Pro). Cuando nos recibieron nos dijeron que estaba buena la idea, que era importante, que les parecía bien que hubiera un lugar de “recuerdo”. Nosotras usamos la palabra memoria. Nos dijeron que no tenían presupuesto. Entonces presentamos un proyecto de protección estructural del inmueble para que se declare patrimonio de la Ciudad y no se pueda tocar. La respuesta fue un monumento, que está todo bien pero no es lo que pedimos. Nosotras somos conscientes de que ningún proyecto de expropiación y patrimonialización se logró de un día para otro. Si no es en el 2020, será el próximo año. Y si no, el siguiente. Pero no nos vamos a mover de la convicción de que acá no puede haber un local de ropa.

L.R.: Y de hecho ya han intervenido en el lugar. La Justicia no reparó, en la devolución del inmueble a Levy, que adentro había pertenencias de las víctimas que en su momento se había pedido que se pudieran restituir, pero como estaba judicializado no se podían tocar. Celulares, banderas, zapatillas. Hasta la bicicleta de una sobreviviente. Se cagaron en todo, sobretodo en el valor simbólico. Las cosas cuentan historias y estaban las huellas de lo que pasó. Algo muy representativo eran las marcas de las manos en las paredes, que significaban la desesperación por salir. Lo pintaron encima, quieren borrar nuestro relato. Para colmo, nos enteramos de prepo, a través de un hueco de la puerta. Ni nos notificaron.

¿Y por qué les parece que les niegan la construcción de su propia versión de los hechos?

L.R.: Es la misma lógica que se usa con las víctimas del gatillo fácil, de la trata, de las cárceles. Le niegan el relato a las víctimas, a los familiares, a los amigos. Las características de Cromañón son particulares, pero están dentro de un contexto más amplio. No es que nos pasa solo a nosotras y nosotros.

B.C.: Se utilizó mucho Cromañón como bandera de política pública del Pro. No hubo una decisión de fomentar los espacios culturales autogestionados, de acompañar el acondicionamiento de los lugares que no tenían recursos para afrontar las reformas, al gobierno nunca le interesó. Lo que hicieron en nombre de Cromañón fue empezar a clausurar. Y no estamos a favor de eso. Nosotras estamos a favor de que haya espacios donde se promueva la cultura. Fue un uso perverso de lo que pasó. Acompañó a un relato y un tipo de mirada sobre la cultura que no todos y todas compartimos.

L.R.: Lo que pasó en Cromañón fue tan inesperado y tan increíble que cuesta ponerle palabras, elaborar teorías. Yo me resisto a elaborar teorías, siento que elaborar y objetivar Cromañón me abre preguntas que no puedo ni dimensionar. Por eso es que se actualiza constantemente. Y el no poder construir un relato propio, porque te limpian el lugar, es tremendo. Como si acá no hubiera pasado nada, típico del macrismo. No te dejan contar la historia de la manera que vos querés contarla porque no les conviene, porque hace peligrar la idea de un discurso único, de que las responsabilidades son solo de Ibarra, de la banda, de Chabán y de los que fueron a un lugar que tendrían que haber sabido en las condiciones que estaba.

Cromañón y después

Los factores que explican lo sucedido aquel 30 de diciembre son varios y permiten comprender esta visión que reniega de considerar a Cromañón como una “tragedia”, producto de las fuerzas incontrolables del azar. Las puertas que funcionaban como un embudo y abrían para adentro, los extractores de humo tapados, un local rebalsado que albergaba 4 veces su capacidad de público habilitada, la media sombra más barata que mandó a colocar Chabán que no era ignífuga, la infame salida de emergencias cerrada con un candado. Pero detrás de la sucesión de hechos puntuales de esa noche se esconden las múltiple decisiones (o la falta de ellas), que permitieron que sucediera. Cromañón fue la materialización, en proporciones intolerables, de una matanza latente construida durante varios años a base de conveniencias entre funcionarios del Estado, actores políticos y empresarios orientados a la maximización de ganancias.

L.R.: Yo lo vi a Chabán apoyado en un árbol, con la mirada perdida clavada en el piso, mientras los pibes sacaban gente. Y al rato se fue caminando.

B.C.: Muchos y muchas de las que murieron fue porque entraron varias veces a sacar personas.

¿Cómo fue posible que sucediera Cromañón?

B.C.: Tuvo tal magnitud que lo hizo insoportable. Por la cantidad de víctimas, por la edad que teníamos. Es tan insoportable que es preferible no pensarlo para la sociedad. Siempre es más sencillo pensar en el factor trágico, del azar. No fue casualidad, estaban todas las condiciones dadas para que sucediera. La Comisaría 9, que era la de la zona, tenía arreglos con todos los lugares, comprobado en uno de los juicios. El subcomisario Díaz, que estuvo 8 años preso, iba personalmente a cobrar la coima. Habían habilitado un plano del edificio que no correspondía con la realidad, también.
Además se había desfinanciado el área de inspecciones de la Ciudad, encubierto en el relato de que por la corrupción se lo desarticulaba. Lo dejaron sin fondos y pusieron a personas en cargos jerárquicos que no eran idóneas para desempeñar sus funciones. Fueron designaciones políticas, no por aptitudes técnicas. Hubo un montón de avisos previos de la Defensoría del Pueblo sobre la situación de los boliches en Buenos Aires. También de la Auditoría de la Ciudad. Todos fueron desoídos. ¿Cómo vas a esperar que puedan hacer algo sin fondos y sin gente capacitada?

¿El Estado se hizo cargo de lo que había pasado?

B.C.: A nivel judicial, las condenas fueron bajísimas porque las figuras legales utilizadas eran por delitos menos graves. En cuanto a las responsabilidades, el Frente para la Victoria gobernaba la Ciudad en ese momento. Posterior a Cromañón, le brindaron la estructura político-partidaria a Aníbal Ibarra para ser Legislador porteño desde 2007 hasta 2015 y fue como candidato acompañando a Filmus en las elecciones de Jefe de Gobierno de 2011. Hay un entramado que lo sigue sosteniendo. La presencia actual de Vilma Ibarra, su hermana, como Secretaria Legal y Técnica del oficialismo, nos preocupa que sea la puerta de entrada para que (Aníbal) Ibarra pueda regresar a la gestión pública.

L.R.: A Ibarra se lo escrachó porque ni fue llamado a indagatoria, consideraron que no tenía responsabilidad penal. Sí responsabilidad política que, a mi gusto, fue mayor que la que dejaron entrever. No creo en su ingenuidad en un montón de cosas que tienen que ver con el armado de las inspecciones en la Ciudad.

Antes hablaban de que no les dejan construir su propio relato. ¿Cómo es el que sí habilitan?

L.R.: Que éramos unos negros de mierda que no nos importaba nada, que teníamos una guardería en el baño, la cual nunca existió, demostrado en otro de los juicios. Esa es la representación de Cromañón. Si había chicos o chicas en el baño eran hijos de las empleadas de Chabán que les decía “vení a laburar igual” aunque no tuvieran dónde dejarlos.

B.C.: Y si no, que nuestra militancia es puro desborde, que no tenemos una visión crítica de lo que pasó. Los y las sobrevivientes y los familiares desbordados emocionalmente que no razonan sobre lo que sucedió, y no es así. Hay un análisis crítico de lo que pasó después de 15 años. No es solamente mostrar lo que sentimos. Hay datos concretos sobre lo que pasó y continúa pasando. Es una manera de desviar el foco de atención. Lo mismo que con la banda, porque mediáticamente era más atractivo. Si eran o no responsables, si matarlos o permitirles la vida. No se habló, por ejemplo, del acompañamiento a sobrevivientes y familiares, que fue prácticamente nulo.

L.R.: En 2009 se presentó un proyecto de ley de reparación integral para sobrevivientes y familiares que contemplaba no solamente un subsidio por 5 años, sino también asistencia en salud, con especialidades en neurología, dermatología, psicología y psiquiatría. También solicitamos programas para reinsertar en el sistema educativo a sobrevivientes que no habían terminado el secundario, capacitación laboral para quienes no tenían trabajo, algún plan social de alimentación de la Ciudad. Ritondo, entre otros tantos, pedía como condición para acceder a los beneficios de la ley tener cierto “porcentaje de discapacidad”. No vamos a negociar que nos hagan un seguimiento como corresponde, que me permitan volver a estudiar, a tener un trabajo. No desde el lugar de “pobre de nosotros que no podemos seguir con nuestras vidas”, todo lo contrario. Justamente, como queremos seguir adelante, como Estado tenés que hacerte cargo de ayudarnos.

Ponerse las zapatillas

El pilón de zapatillas fue y continúa siendo una de las imágenes más representativas de lo que pasó en Cromañón. En la actualidad, cientos de ellas cuelgan en las afueras del boliche, para recordar a las víctimas. Y la potencia de su imagen radica en la cantidad de sentidos que encierra. La Topper rota y manuscrita, ícono de una tribu urbana ya casi extinta, abandonada, vacía, habla no sólo de la desesperación y la corrida por salir en busca de aire, sino de una ausencia. La zapatilla que no camina, que no avanza, que no tiene destino. La zapatilla colgada que habla del recuerdo.

¿Qué significan las zapatillas para ustedes, después de 15 años?

B.C.: Nosotras queremos descolgarlas. Metafóricamente hablando, obvio. En el sentido de ponérnoslas y poner a caminar a las pibas y pibes que estaban ahí dentro.

L.R.: Varios y varias hemos transitado momentos realmente oscuros, tensando cada vez más el límite, hasta que alguien te dice basta. Inevitablemente sucede, lo sé por charlar con los y las demás. Y ahí decís “ahora quiero elegir”. Y eso tiene que ver con que pasaron 15 años y no nos olvidamos, el dolor sigue siendo el mismo pero el poder registrar todo lo que hicimos es un montón. Tantas veces pensábamos que no había salida y hoy la vemos. Está bueno registrarlo, si no estamos permanentemente metidas en la nostalgia y en el dolor. Me sigue costando atravesarlo, pero hoy estoy eligiendo transitarlo de otra manera. Hoy en vez de pintar la pared de negro, la pinto con un montón de colores.

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