Traspaso de la PFA a la Ciudad

11.1.2016

Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta se dieron el gusto. Bajo la atenta mirada de la vicepresidenta Gabriela Michetti; la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich; el secretario de Seguridad, Eugenio Burzaco; el vicejefe de gobierno porteño, Diego Santilli, y el ministro de Justicia y Seguridad porteño, Martín Ocampo, firmaron el acuerdo que transfiere buena parte de la Policía Federal a la ciudad de Buenos Aires, con la perspectiva, de acá a un par de años, de la unificación de ambas fuerzas en un solo cuerpo represivo.

El acuerdo, que deberá ser aprobado en sesión extraordinaria de la legislatura de la Ciudad del próximo 18 de enero, establece que unos 17.000 efectivos federales, de la Superintendencia de Seguridad Metropolitana, con sus 54 comisarías; la Policía Montada, Bomberos y la Guardia de Infantería, se sumen a los 6.500 de la Policía Metropolitana, mientras que el resto de la PFA acotará su función a los delitos federales, con delegaciones reforzadas en todo el territorio nacional.
En una breve pero contundente intervención, Macri destacó que, desde que su gobierno en la CABA creara la Metropolitana, hubo muchas instancias de coordinación con la PFA, pero que a partir de ahora ambas fuerzas actuarán bajo “un solo comando…  que redunde en mayor eficiencia y permita más policías en la calle”. Esas “instancias de coordinación” tuvieron como principales hitos las represiones del Parque Indoamericano (con tres muertos), del Hospital Borda (con trabajadores y periodistas heridos) y de la Sala Alberdi (con balas de plomo que hirieron a dos trabajadores de prensa de la RNMA y un manifestante), lo que pone en contexto el objetivo del traspaso.
No es un dato menor que, mientras la cúpula de la Metropolitana asistió completa al acto, no lo hizo el jefe de la PFA, comisario general Román Di Santo. La máxima autoridad federal presente fue el Superintendente de Seguridad Metropolitana, comisario mayor Guillermo Calviño. Precisamente uno de los dos jefes de la PFA imputados por el apoyo que esa fuerza prestó a la Metropolitana el 12 de marzo de 2013, en la represión por el conflicto de la Sala Alberdi. Se rumorea que Calviño sería ascendido en breve a comisario general, y asumiría como Jefe de la PFA en la etapa de transición y consolidación de la fuerza unificada, seguramente como premio por lo mismo que lo estamos acusando desde CORREPI y la RNMA.
Según el último censo, la CABA tiene algo menos de tres millones de habitantes. El promedio de policías cada 100.000 habitantes en Argentina, según la información disponible, es de 558. Con la unificación, la CABA pasará a tener 700 policías cada 100.000 habitantes, o, si se quiere, un policía cada 142 habitantes, índice altísimo incluso a nivel internacional, a los que hay que sumar los efectivos desplegados en los barrios por prefectura y Gendarmería, y los agentes de seguridad privada.
La primera preocupación presidencial, al anunciar el traspaso, fue asegurar a ambas fuerzas que cada una conservará sus particulares beneficios. “Ningún efectivo va a perder los derechos que hoy tiene”, los tranquilizó a todos, “sólo se van a mejorar las condiciones”. Más allá de diferencias en las remuneraciones básicas, la posibilidad de hacer o no adicionales, las diferencias escalafonarias, etc., y de la realidad que la única forma de que todos conserve sus “beneficios” es que los de cada fuerza se extiendan a la otra, el mensaje fue bien comprendido: nadie va a tocar las “cajas” que manejan a partir de la extorsión, el gerenciamiento del crimen organizado y la explotación del crimen del menudeo.
Completa el cuadro el anuncio de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, de que el poder ejecutivo nacional va a promover “un paquete de leyes penales para mejorar la seguridad a nivel nacional como complemento para profundizar las penas (…). Queremos evitar lo que se denomina en la jerga judicial puertas giratorias”. O sea, más policías con comando político común, más penas y más presos, que no serán los delincuentes de uniforme ni los empresarios vaciadores y explotadores, los únicos que disfrutan de la puerta giratoria.

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